Autor de eterna salvación

El autor de nuestra salvación, Aquel que fue dado por nuestro Dios y que se humilló en gran manera, para que por medio de Él podamos obtener nuestra eterna salvación. Jesus venció la muerte, para que podamos tener vida en abundancia.

La salvación es el regalo más grande que el ser humano puede recibir. No se trata de un logro personal ni de un mérito alcanzado por nuestras propias fuerzas, sino de un don divino entregado por medio de Jesucristo. Él, siendo Dios, decidió tomar forma de hombre, caminar entre nosotros y padecer lo que muchos nunca imaginaron. Dejó la gloria del cielo para mostrarnos el camino de la vida eterna y asegurarnos un lugar en la presencia del Padre. Cada palabra, cada acción y cada sacrificio de Cristo estaban encaminados a mostrarnos cuánto nos ama Dios y lo dispuesto que está a rescatarnos.

Fue obediente y vivió como hombre en carne en la tierra, cumpliendo con las leyes, bajo obediencia, nunca se negó, mejor aceptó ser Aquel hombre amable puesto por Dios para que por medio de Su muerte y bajo Su perfección pudiéramos heredar nuestra salvación eterna.

La obediencia de Jesús es un ejemplo supremo para nuestras vidas. Él, siendo perfecto, no necesitaba someterse a las normas humanas, pero lo hizo para cumplir toda justicia y mostrarnos el modelo de vida que agrada al Padre. Fue obediente incluso hasta la muerte, y no cualquier muerte, sino la muerte de cruz, la más humillante y dolorosa de la época. Con ese acto de sumisión y entrega voluntaria, selló la promesa de nuestra redención y nos abrió el camino hacia la vida eterna. Así aprendemos que la verdadera obediencia es un acto de amor, confianza y entrega total a Dios.

Después que muchos le negaron, hablaban mal, otros murmuraban y decían todo lo que se les viniera a la cabeza, aun Él viendo todas estas cosas, fue y se entregó siendo inocente.

Cristo conocía el corazón humano. Sabía que sería traicionado, rechazado y crucificado por aquellos a quienes vino a salvar, pero no permitió que eso le detuviera. Él no se aferró a su inocencia para evitar el dolor, sino que aceptó cargar con nuestras culpas. Este gesto nos muestra que la salvación no se trata de quienes somos nosotros, sino de quién es Él. Su amor fue más grande que las murmuraciones, las críticas y las traiciones, y su entrega sigue siendo un ejemplo de perdón y gracia para nuestras vidas.

y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen;

Hebreos 5:9

Perfecto es y por medio de Él, fuimos hechos herederos para poder recibir esta enorme promesa: la salvación eterna. Nuestro Señor resucitó y no fue en vano, Él vela para que podamos recibir lo prometido.

La resurrección de Cristo es la victoria suprema sobre el pecado y la muerte. Su tumba vacía nos recuerda que las promesas de Dios son reales y firmes. Esa salvación eterna no es una ilusión ni una esperanza sin fundamento, es una certeza sustentada en la obra consumada de Jesús. Así como Él resucitó, también nosotros tenemos la esperanza de resucitar y vivir eternamente con Él, disfrutando de su presencia y de su gloria.

El versículo que vimos anteriormente nos menciona un punto muy importante, la obediencia, la cual es la clave para que podamos andar rectamente en este mundo y podamos alcanzar esa salvación tan preciosa.

La obediencia no es una imposición pesada, sino la respuesta natural de un corazón agradecido. Cuando entendemos la magnitud del sacrificio de Cristo, nace en nosotros el deseo de honrarle con nuestras acciones y decisiones. Ser obedientes significa caminar en la luz de su Palabra, rechazar el pecado y vivir conforme a su voluntad. Es la señal de que hemos entendido que la vida eterna es un regalo invaluable que no debemos despreciar. Por eso, cada día tenemos la oportunidad de demostrar nuestra fe a través de la obediencia.

Ora al Señor, para que si no estas siendo obediente, pues comiences a ser diferente. El reino de Dios no es para los rebeldes y desobedientes, y para poder tener la salvación eterna, debemos actuar con obediencia.

El llamado final es claro: no basta con escuchar, necesitamos actuar. La oración es la llave que abre nuestro corazón para que el Espíritu Santo nos transforme y nos guíe a una vida de obediencia. No importa cuánto hayamos fallado antes, siempre hay oportunidad de levantarnos y caminar bajo la gracia de Dios. Recordemos que el reino de los cielos está reservado para aquellos que, con humildad y fe, obedecen la voz de Dios y siguen los pasos de Cristo.

Conclusión: Jesús, el autor de nuestra eterna salvación, nos dejó un ejemplo de obediencia, humildad y entrega. Gracias a su sacrificio y a su resurrección hoy tenemos la esperanza de vida eterna. Nuestra parte es sencilla pero profunda: obedecerle, amarle y mantenernos firmes en sus caminos. Que cada día recordemos este regalo incomparable y vivamos de tal manera que nuestras vidas glorifiquen al Salvador que nos rescató.

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Apresúrate a ayudarme, oh Señor, mi salvación