La vida es corta

Nuestra presencia en la tierra es efímera. Sí viviremos por la eternidad, cuando estemos en los cielos con nuestro Amado Señor Jesucristo, pero aquí en la tierra, solo estaremos por un breve momento, ese momento caminando en este mundo que llamamos «vida».

Pero para lograr caminar en los cielos con nuestro Señor Jesucristo debemos pagar un precio, y es andar en santidad en este mundo. Muchos usan la frase «la vida es corta» para hacer cuantas cosas mientras estén vivos, aunque estas cosas no agraden a Dios, disfrutar la vida satisfaciendo los deseos de la carne porque como quiera «uno se va a morir». Sí, la vida es breve, y está escrito en las Santas Escrituras:

Acuérdate que mi vida es un soplo, y que mis ojos no volverán a ver el bien.
Job 7:7

Pero esto no es una excusa para hacer todo lo que te venga en gana. Recuerda que un día tendremos que comparecer todos para dar cuenta de nuestras obras en la tierra:

Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.
2 Corintios 5:10

Por eso, en vez de perder el tiempo, este poco tiempo que tenemos en este mundo, es mejor aprovecharlo en Dios, procurando la sabiduría de Dios, andando como sabios, estudiando Su Palabra, haciendo el bien, caminando rectos delante de nuestro Dios, haciendo las cosas que a Él le agradan.

Si hacemos todo esto, entonces podremos recibir nuestro galardón aquel gran día y podremos estar con nuestro Amado Señor Jesucristo por toda una eternidad, amén.


Querido lector, si meditamos profundamente en lo que significa que la vida es breve, podemos entender que cada día es un regalo. No podemos malgastarlo en cosas que no edifican. Las personas suelen invertir su tiempo en riquezas pasajeras, en placeres momentáneos o en preocupaciones que, al final, no tienen valor eterno. Sin embargo, la Biblia nos invita a contar nuestros días para que traigamos al corazón sabiduría (Salmos 90:12). Esto significa que debemos vivir con propósito, reconociendo que lo más importante es agradar a Dios.

Cuando comprendemos que la vida es como un soplo, cambia nuestra perspectiva. Aquello que parecía urgente muchas veces deja de serlo, y lo que parecía pequeño, como ayudar al necesitado, orar por un hermano en dificultad o enseñar la Palabra a nuestros hijos, adquiere un valor eterno. Jesús mismo dijo que el cielo y la tierra pasarán, pero Sus palabras no pasarán jamás. Por lo tanto, lo que realmente permanece es lo que hacemos para el Señor.

El apóstol Pablo exhortaba a los creyentes a no conformarse a este siglo, sino a transformar su manera de vivir renovando su entendimiento (Romanos 12:2). Esta exhortación cobra sentido al recordar que nuestra vida terrenal es limitada. No tiene sentido vivir conforme al mundo, cuando nuestro verdadero destino es estar con Cristo. Andar en santidad no es una carga, sino un privilegio, porque nos prepara para ese encuentro glorioso.

Además, la brevedad de la vida nos recuerda la importancia de dejar un legado. Cada palabra, cada acción y cada decisión marcan a los que nos rodean. Un padre que enseña a sus hijos a orar, una madre que instruye en el amor de Dios, un joven que decide apartarse del pecado para honrar al Señor: todo ello es parte de ese legado que trasciende el tiempo. Aunque nuestros días en la tierra sean pocos, el impacto que dejamos puede ser eterno si lo hacemos en Cristo.

Finalmente, debemos tener siempre presente que el día de Cristo se acerca. No sabemos cuándo será, pero sí sabemos que nuestra cita con Él es segura. Por eso, vivamos de tal manera que, cuando estemos delante de Su tribunal, no tengamos vergüenza, sino gozo, al saber que hemos corrido la carrera con fidelidad. Recordemos las palabras del apóstol Pablo: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe» (2 Timoteo 4:7). Que ese también sea nuestro testimonio.

En conclusión, nuestra vida terrenal es como un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece, pero lo que hagamos en ese corto lapso determinará nuestra eternidad. No vivamos para complacer la carne ni para acumular lo que perece, sino para sembrar en el Espíritu, buscando siempre la santidad y la obediencia a Dios. De esta manera, podremos decir con confianza que, aunque la vida es breve, hemos aprovechado bien cada día en Cristo.

Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas
Aunque tu principio haya sido pequeño, tu postrer estado será muy grande