Joven, alégrate en el Señor todos los días, pero que tu alegría se pueda mantener dentro del camino de Dios, que en tu vida pueda haber un orden y obedezcas los estatutos de Dios.
Es bueno que la juventud escuche la voz de Dios, que sepan distinguir lo bueno y lo malo, porque es como dice un verso bíblico en el libro de los proverbios: “Huye el impío sin que nadie lo persiga; Mas el justo está confiado como un león”. La verdadera alegría no consiste en placeres momentáneos, en fiestas pasajeras ni en logros temporales, sino en saber que caminas bajo la cobertura del Dios todopoderoso. Ese es el gozo que no depende de las circunstancias, sino que permanece firme aun en medio de las pruebas.
Este es el mayor gozo joven, que puedas confiar en el Señor con todo tu corazón, llevar Su Santa Palabra en tu vida, porque te aseguro que si tienes todo esto en tu corazón, sentirás un gozo y una paz enorme. No es una emoción superficial, sino una seguridad profunda que brota del Espíritu Santo y te sostiene en cada paso. La juventud pasa rápido, pero cuando se vive para Dios, se transforma en un tiempo fructífero de aprendizaje, servicio y crecimiento espiritual.
9 Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios.
10 Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad.
Eclesiastés 11:9-10
Estas palabras del sabio Salomón son un recordatorio de que Dios no condena la alegría juvenil, pero sí nos llama a vivir con responsabilidad delante de Él. Puedes disfrutar de la vida, reír, soñar y aprovechar las oportunidades que la juventud trae, pero nunca olvides que todo lo que hagas será llevado a juicio por Dios. Eso significa que la verdadera libertad no es hacer lo que quieras, sino vivir en obediencia a Aquel que te creó y te ama.
El mundo ofrece a los jóvenes mil caminos que parecen atractivos: fama, amistades que te alejan de Dios, entretenimiento vacío, vicios y rebeldía. Pero todos esos caminos conducen a la frustración y a la pérdida de propósito. En cambio, cuando decides escuchar la voz del Señor y caminar bajo Sus estatutos, aunque parezca que nadas contra la corriente, estarás construyendo sobre la roca firme que es Cristo. Y cuando venga la tormenta, tu vida permanecerá en pie.
La juventud es un regalo precioso, y cada día debe ser aprovechado para buscar al Señor. Levántate cada mañana con la certeza de que tu vida tiene valor y propósito en las manos de Dios. No dejes que la ira, la frustración o la presión de tus amigos te aparten del camino recto. Dice el versículo: “Quita de tu corazón el enojo”, y es que muchas veces los jóvenes se dejan llevar por impulsos. Pero aquel que se deja guiar por el Espíritu Santo aprende a dominarse y a actuar con sabiduría.
El Señor es quien juzga, y es por eso que en aquel gran día te juzgará por tus obras. Por eso nunca debes olvidarte de obedecerle, de escuchar Su voz, porque Él cada día te hace un llamado para que guardes Sus palabras en tu corazón. Si permaneces firme en el Señor desde tu juventud, tendrás una vida más plena, libre de muchos dolores que otros cargan por no haber escuchado al Señor a tiempo. Caminar con Dios nunca es en vano, Él recompensa a los que le buscan.
Así que, joven, no seas desobediente y escucha al Señor, actúa con paciencia, que tu gozo sea estar en los caminos del Señor. Aprovecha tu fuerza, tu energía, tu tiempo y tu pasión para glorificar a Dios. No vivas desperdiciando tus años en cosas pasajeras, sino siembra en lo eterno. Y cuando mires atrás, podrás decir con gozo: “Viví mi juventud sirviendo a Dios, y eso valió la pena”.