Oración pidiendo sabiduría

El evangelio es «buena noticia», «salvación», el único mensaje que puede transformar la vida de una persona. Algunos jóvenes de Italia están convencidos de que esto es así, puesto que han decidido salir a las calles de Roma a llevar las buenas nuevas de Salvación.

La Biblia nos dice como un mandato para todo aquel que se llame ser cristiano que debemos predicar el Evangelio a todo criatura (Marcos 16:15), por lo cual lo convierte en un deber legítimo de cada creyente y Luca Martini lo ve de esa misma forma desafiando a los jóvenes a predicar siempre que se presente la oportunidad.

Luca subió un video en las redes sociales y decía:

Lo mínimo que podíamos hacer era predicar frente al Coliseo en memoria de nuestros hermanos y para que Jesucristo regresara pronto.

Pero hay que saber que predicar representa desafíos y hay que enfrentarlos, como es el hecho de un hombre que estaba con una muleta y no quizo recibir la oración. Luca lo ve como una experiencia normal en la vida cristiana, porque no todos aceptan el mensaje, pero aun así debemos sembrar la Palabra.

Reflexión final

El ejemplo de estos jóvenes italianos es una muestra clara de que el Evangelio no es un mensaje que deba quedarse encerrado en los templos. La fe verdadera nos impulsa a salir, a compartir con otros la esperanza que hemos recibido, aun cuando encontremos rechazo o indiferencia. Jesús mismo advirtió que no todos aceptarían el mensaje, pero también prometió estar con nosotros hasta el fin del mundo. Esto nos debe llenar de valentía y confianza.

Vivimos en una época donde la fe puede parecer anticuada para muchos, sin embargo, el mensaje de Cristo sigue siendo actual y necesario. La violencia, el vacío existencial, la búsqueda de poder y placer son señales de un mundo que necesita urgentemente escuchar las palabras de vida eterna. Predicar no es simplemente hablar, sino vivir lo que creemos y demostrar con nuestras acciones que Cristo transforma corazones. Así, incluso quienes rechazan la oración o el mensaje, habrán visto en nosotros un testimonio vivo.

Querido lector, la invitación es a que no tengas temor de compartir lo que Dios ha hecho en tu vida. Tal vez no tengas un Coliseo romano cerca, pero sí tienes vecinos, familiares, compañeros de trabajo o estudios que necesitan oír una palabra de ánimo y salvación. A veces basta con un gesto de bondad, una palabra de consuelo o una cita bíblica compartida con amor para que alguien sienta la presencia de Dios. Cada oportunidad es un terreno fértil donde la semilla del Evangelio puede dar fruto.

No olvidemos que la predicación es un acto de obediencia al Señor, pero también un acto de amor al prójimo. Así como alguien nos habló un día de Jesús y gracias a ello hoy creemos, también otros esperan que alguien tenga la valentía de acercarse y anunciarles la esperanza. La obra no depende de nosotros, sino del Espíritu Santo que toca corazones, pero sí depende de nosotros ser fieles en hablar, en salir de nuestra comodidad y confiar en que Dios hará lo demás.

Que esta reflexión nos motive a ser parte de una generación que no se avergüenza del Evangelio, que entiende que cada momento es una oportunidad para sembrar fe, y que sigue el ejemplo de aquellos jóvenes en Italia que levantaron su voz frente a un mundo necesitado. Recordemos siempre las palabras de Romanos 1:16: «Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree».

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