Las respuestas de Dios son firmes, ¿Lo crees?

De la misma forma en que todo lo que nos rodea es real, la naturaleza, el sol que nos ilumina, el aire que respiramos y el agua que sacia nuestra sed, así de real y firme es la respuesta de Dios hacia nosotros. No hablamos de algo incierto o pasajero, sino de una verdad absoluta que se manifiesta en cada aspecto de la vida. Así como podemos tocar los árboles, sentir el viento en nuestro rostro y ver con nuestros ojos el resplandor del cielo, de la misma manera podemos confiar en que las promesas de Dios son seguras y que Sus respuestas llegan en el tiempo perfecto.

¿Por qué dudar de nuestro Dios si todo lo que está a nuestro alrededor fue creado por Él? Todo, absolutamente todo, desde el sol, la luna y las estrellas, hasta el más pequeño de los insectos y el susurro de las olas en el mar, provienen de la palabra creadora del Altísimo. Cada detalle de la creación nos recuerda que existe un ser supremo que sostiene el universo con el poder de Su voluntad. Es magnífico contemplar la grandeza de un Dios que no solo hizo todo esto, sino que también se interesa por cada uno de nosotros. Por eso debemos confiar fielmente en lo que Él nos dice, porque así como todo lo creado es palpable y verdadero, también lo es Su Palabra.

El salmo 5 nos abre una ventana al corazón del salmista, que estaba convencido de que la respuesta de Dios llegaría a su vida. David no solo oraba con intensidad, sino que esperaba con paciencia, mostrando una confianza plena en que Dios respondería en el momento oportuno:

1 Escucha, oh Jehová, mis palabras; Considera mi gemir.
2 Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, Porque a ti oraré.
3 Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; De mañana me presentaré delante de ti, y esperaré.
Salmos 5:1-3

David comprendía que la oración no era un monólogo vacío, sino una comunicación real con un Dios que escucha. Él se levantaba en la mañana con la certeza de que sus palabras eran oídas y que, aunque no viera una respuesta inmediata, podía esperar con seguridad. Esta actitud nos enseña algo esencial: la fe no es simplemente pedir, sino también confiar y esperar con paciencia. Muchos de nosotros queremos respuestas instantáneas, pero el Señor trabaja de acuerdo con Su voluntad perfecta y Su tiempo, que siempre es mejor que el nuestro.

La vida de David nos muestra que, en medio de las pruebas y las dificultades, lo importante no es solo presentar nuestras peticiones, sino cultivar un corazón que sabe esperar. El rey David, a pesar de haber sido guerrero y líder de multitudes, se humillaba delante de Dios como un niño delante de su Padre, reconociendo que su fuerza y esperanza dependían únicamente de Él. Esto nos recuerda que no importa cuán alto lleguemos o cuán fuerte nos sintamos, siempre necesitamos depender de Dios y Su respuesta.

Al reflexionar en esto, podemos notar que la paciencia no es simplemente aguantar el paso del tiempo, sino confiar activamente en que Dios está obrando aun cuando no lo vemos. La respuesta de Dios no siempre llega en el momento que deseamos, pero siempre llega en el momento correcto. Él nunca llega tarde. La fe nos invita a permanecer firmes, incluso cuando el silencio parece prolongado, porque ese silencio de Dios también es parte de Su plan y nos prepara para recibir lo que tiene reservado para nosotros.

Querido lector, así como David esperaba en Dios con un corazón confiado, también nosotros debemos aprender a confiar en el Señor en nuestras oraciones. No importa si presentas tus súplicas en la mañana, en la tarde o en la noche, hazlo con la certeza de que Él te escucha. Aunque tus ojos no vean todavía la respuesta, tu fe puede sostenerte hasta que Dios obre en tu favor. Recuerda que Sus promesas son firmes y Sus planes son perfectos. Cree, espera y confía: la respuesta de Dios siempre llega.

Justo es nuestro Dios, que hace maravillas en nuestras vidas
Demos gracias a Dios porque hace brillar nuestro día a día