En la Biblia podemos encontrar diversos capítulos en los cuales el Señor nos habla de muchas maneras a través de hombres escogidos, con el fin de que entendamos la importancia de vivir unánimes, en amor y en comunión. Dios no quiere que vivamos divididos, sino que nos acerquemos a Él con un corazón sincero para adorarle en espíritu y en verdad. La unidad en Cristo no es solo un consejo, es un mandato que trae bendición y fortaleza para el pueblo de Dios.
El Señor nos llama a estar unidos, a que todo lo que hagamos sea en Su Santo Nombre, y que seamos personas de bien, compartiendo ese grande amor que hemos recibido cuando llegamos a conocerle. La unidad entre los creyentes es un reflejo del amor de Dios, y cuando permanecemos unidos demostramos que Cristo vive en nosotros. Es en esa unidad donde el Señor derrama bendición y vida eterna, tal como lo declara el Salmo 133: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!”
Recordemos que juntos en el Señor somos más fuertes. La fuerza que proviene de Dios es incomparable, pues es Él quien nos sostiene como la fuerza de un búfalo, renovando nuestras vidas para resistir cualquier prueba. La misma Escritura nos habla acerca de un momento en el cual Jesús les enseñó a sus discípulos sobre el poder de la unidad y la oración en común:
20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?
22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
Mateo 18:20-22
Este pasaje de Mateo nos muestra un acontecimiento maravilloso y profundo. Jesús afirma que cuando dos o tres se reúnen en Su nombre, Él está presente en medio de ellos. Esto nos da la certeza de que la comunión en Cristo nunca está vacía ni desprovista de Su presencia. Cada reunión de creyentes, por pequeña que parezca, es un lugar donde el cielo se abre y el Señor mismo habita. ¡Qué gran privilegio es saber que Él camina con nosotros cuando permanecemos unidos en Su nombre!
Seguidamente vemos la pregunta de Pedro, que muestra la inquietud del corazón humano: ¿Cuántas veces debo perdonar? Jesús le responde con una enseñanza que sobrepasa toda lógica humana: “No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”. Con estas palabras, Jesús no da un número exacto, sino que nos muestra que el perdón debe ser ilimitado, constante, una práctica diaria en la vida del creyente. El perdón es un pilar fundamental de la unidad cristiana, pues sin él las relaciones se rompen y la comunión se destruye.
La enseñanza de Cristo es clara: si queremos permanecer unidos, debemos aprender a perdonar tantas veces como sea necesario. De la misma manera que Dios nos perdona nuestras faltas una y otra vez, nosotros también debemos extender misericordia a los demás. La unidad en la iglesia, en la familia y en la sociedad depende en gran medida de un corazón dispuesto a perdonar.
Así que, hermanos, permanezcamos unidos en el Señor, amándonos los unos a los otros con amor sincero y perdonando cuando seamos ofendidos. El perdón no significa debilidad, sino obediencia al mandato divino. De esta manera, no solo agradamos a Dios, sino que también construimos comunidades fuertes y llenas de Su presencia. Recordemos siempre que la unión, el amor y el perdón abren las puertas para que la gloria de Dios repose sobre Su pueblo.