Bueno y recto es Jehová; Por tanto, él enseñará a los pecadores el camino

Nuestro Señor es bueno y recto, y esta es una de las verdades más reconfortantes que podemos hallar en la Escritura. Él no solo es justo en Sus juicios, sino que también guía con amor y paciencia a quienes desean seguirle. Su poder es tan grande que nos alcanza, nos cubre y nos sostiene aun en los momentos más difíciles de nuestras vidas. Caminar con Dios es andar en un sendero seguro, donde Su poderosa mano nos dirige hacia lo correcto y nos libra de los caminos torcidos que nos llevarían a la perdición.

Debemos comprender este llamado de parte de nuestro Dios. No es un simple consejo o una opción más entre tantas; es un mandato lleno de amor. Él quiere todo lo bueno para Su creación, porque en Su corazón está el bienestar de la humanidad. Sin embargo, el pecado ha oscurecido ese plan en muchos, y día tras día vemos cómo la creación se aparta de Su senda perfecta. A pesar de esto, Dios nunca deja de extender Su invitación: que volvamos a la senda de la rectitud y experimentemos Su bendición.

El amor de Dios hacia Su creación es innegable. Desde Génesis hasta Apocalipsis podemos ver cómo Él persigue al hombre con amor, paciencia y misericordia. Pero también debemos entender que lo que Dios no ama es el pecado. Este ha contaminado al ser humano, apartándolo de la santidad y alejándolo de la verdadera comunión con Él. El pecado promete placer momentáneo, pero roba paz y produce separación de Dios. Por eso Su llamado es claro: abandonemos lo malo y sigamos el camino de la vida.

Cada día, el Señor desea enseñarnos lo que es bueno. A través de Su Palabra nos corrige, nos instruye y nos exhorta a vivir de acuerdo con Su voluntad. Así como un padre corrige con amor a su hijo, Dios también nos guía para que practiquemos la bondad y la justicia. Él quiere que actuemos rectamente delante de Su presencia, que nuestras obras sean fruto de un corazón transformado por Su gracia y no de nuestras fuerzas humanas.

El salmista David lo expresó claramente en el Salmo 25, cuando dijo:

8 Bueno y recto es Jehová; Por tanto, él enseñará a los pecadores el camino.
9 Encaminará a los humildes por el juicio, Y enseñará a los mansos su carrera.
Salmos 25:8-9

Este pasaje revela que Dios se complace en guiar a quienes reconocen su necesidad de Él. No todos los que escuchan el llamado de Dios obedecen, algunos deciden seguir su propio rumbo, pero aquellos que son humildes y mansos reciben dirección y sabiduría de lo alto. Dios no rechaza al que se humilla delante de Su presencia, más bien lo levanta y le muestra el camino correcto.

Cuando leemos el Salmo 25 completo, notamos que David pide constantemente dirección, perdón y protección. Como líder, él sabía que no podía guiar al pueblo ni enfrentar batallas sin la ayuda de Dios. Dependía del Señor para tomar decisiones, para moverse de un lugar a otro y para vencer a sus enemigos. Esa dependencia absoluta es la que debemos cultivar también nosotros en la vida diaria. Si buscamos al Señor con corazón sincero, Él nos mostrará qué hacer, nos enseñará cuándo avanzar y cuándo detenernos.

Por eso es tan necesario que cada uno de nosotros aprenda a pedir dirección a Dios. Así como David clamaba por guía, también debemos hacerlo nosotros en nuestras decisiones familiares, laborales y espirituales. El Señor quiere ser nuestro consejero en todo momento. La Biblia dice que Su Palabra es “lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino”, y esa es la mejor imagen para entender que sin Su guía andamos a oscuras, pero con Él tenemos claridad.

Conclusión: Nuestro Dios es bueno y recto. Él enseña a los pecadores el camino, encamina a los humildes y guía a los mansos. Reconozcamos nuestra necesidad de dirección y busquemos Su voluntad en todo. No vivamos confiando en nuestra propia prudencia, sino en el consejo divino que nos sostiene y nos guarda. Así, nuestros pasos serán firmes, nuestras decisiones sabias y nuestro fin seguro en la presencia de nuestro Señor.

Los humildes de corazón honran a Dios, pero los altivos le deshonran
Glorifiquemos Su nombre porque Él nos libertó