Huye el impío sin que nadie lo persiga; Mas el justo está confiado como un león

Los caminos del justo son de justicia, amor y paz, estos son guiados por Dios y hacen la voluntad divina de Dios. Su total concentración esta puesta en el Señor.

Todo aquel que tiene al Señor hace lo bueno y justo, porque si Dios es justo, así sus seguidores o más bien sus hijos actuarán de forma correcta. ¿Por qué, que hay en nuestro Señor? En nuestro hay amor, paz bondad, misericordia. Por eso, si somos hijos de Dios, debemos también portar cada de unas características.

Hablemos un poco también de aquellos que no tienen a Dios, ¿por qué no tienen a Dios? Porque nunca han querido conocer a Dios, no han querido reconocer el camino correcto, que solamente en ese camino está el bien, estos solo miran seguir sus propios caminos y hacen todo lo que les vengan a la mente, sus mentes perversas y impías, de total oscuridad. Así son las personas que no tienen a Dios.

Huye el impío sin que nadie lo persiga; Mas el justo está confiado como un león.

Proverbios 28:1

La persona que practica la justicia vive en completa paz, su confianza está en el Señor, no tiene nada a qué temer. Pero aquel que vive practicando la impiedad tiene que vivir escondiéndose, huyendo. Practiquemos siempre la justicia, para que seamos fieles a nuestro Dios y algún día nos encontremos con Él en los cielos.

El justo es aquel que cada día busca el rostro del Señor, que guarda sus mandamientos y no se aparta de la verdad. No se trata de ser perfectos, sino de vivir conforme a la palabra de Dios, confiando en Su gracia y misericordia. El hombre y la mujer que deciden andar por los caminos del Señor son fortalecidos en su fe, y aunque enfrenten adversidades, saben que Dios los respalda. Esa seguridad les permite avanzar firmes y ser testimonio vivo ante los demás.

Por otro lado, la Biblia nos enseña que el impío siempre vive intranquilo, porque el pecado genera temor y desasosiego. El corazón que no tiene a Cristo vive lleno de dudas, inseguridades y miedos. Así lo explica el libro de Isaías cuando dice: “No hay paz para los impíos, dijo Jehová” (Isaías 48:22). Esto nos recuerda que lejos de Dios no hay verdadera tranquilidad ni gozo.

Caminar en justicia no solo implica obedecer a Dios en lo espiritual, sino también en lo práctico y cotidiano. El justo se esfuerza por ser honesto en su trabajo, íntegro en sus palabras, amoroso en su familia y compasivo con los necesitados. Sus obras reflejan lo que hay en su corazón, porque como dijo Jesús: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16). Si decimos que somos hijos de Dios, debemos reflejarlo con nuestras acciones, con un testimonio que honre el nombre del Señor.

También es importante destacar que la justicia de Dios no se mide por los estándares humanos. Muchas veces el mundo aprueba conductas que son contrarias a la voluntad de Dios, pero el justo permanece firme aunque se quede solo, porque su meta es agradar al Padre celestial. El salmista David decía: “Jehová me pastoreará y nada me faltará” (Salmo 23:1), reconociendo que su seguridad no dependía de riquezas o de aprobación humana, sino del Señor.

Querido lector, caminar en justicia es un privilegio, pero también una responsabilidad. Dios nos ha dado Su Espíritu Santo para guiarnos en medio de este mundo lleno de oscuridad. Por eso, es fundamental cultivar la oración, el estudio de la Biblia y la comunión con otros creyentes. Estas disciplinas fortalecen nuestro carácter y nos ayudan a mantenernos firmes, confiados como un león, porque sabemos que no caminamos solos, sino que Cristo va con nosotros.

Pidamos cada día al Señor que nos permita andar en Sus caminos, que nos dé fuerzas para rechazar lo malo y abrazar lo bueno, y que Su luz brille en nuestras vidas para que otros puedan ver la diferencia. Si permanecemos en Él, seremos como árboles plantados junto a corrientes de aguas, que dan su fruto a su tiempo y cuyas hojas no caen (Salmo 1:3). Así será la vida del justo: fructífera, firme y bendecida.

En conclusión, el justo no depende de sus fuerzas, sino del poder de Dios. Vive en paz porque su confianza está puesta en el Señor, mientras que el impío vive huyendo de su propia conciencia. Seamos de aquellos que buscan al Señor en todo tiempo, que aman la justicia y que viven en obediencia, sabiendo que un día nos encontraremos con nuestro Creador y recibiremos de Él la corona de vida eterna.

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