En el capítulo 6 de la primera carta a Timoteo nos encontramos con una enseñanza sobre las riquezas.
En ocasiones hemos podido ver que muchas personas que ostentan grandes cantidades de dinero les gusta humillar a los demás, con insultos y hasta ofensas fuertes. Es por eso que el apóstol Pablo instruye a Timoteo a dar el siguiente mandato a los ricos:
A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
1 Timoteo 6:17
La primera enseñanza para los ricos que encontramos en el versículo anterior es dejar la altivez. El ser rico no debe hacerte sentir superior a los demás. Si eres rico, debes aprovechar esa bendición para bendecir a otros, tal como enseña el versículo 18:
Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos;
1 Timoteo 6:18
La segunda enseñanza de 1 Timoteo 6:17 es «no poner la esperanza en las riquezas». Ser rico no es malo, pero poner nuestra fe y esperanza en las riquezas sí. Todo lo que hay en este mundo es pasajero, por eso dice el versículo anterior que nuestra esperanza debe ser puesta en el Dios vivo, el cual es eterno.
No nos aferremos a las cosas materiales, más bien, usemos lo material como bendición para aquellos que tienen menos que nosotros, y así, podamos hacer tesoros en los cielos y alcanzar la vida eterna.
El apóstol Pablo no estaba en contra de las riquezas en sí mismas, sino del uso incorrecto de ellas. La Palabra de Dios nos muestra que Abraham, Job y David fueron hombres ricos, pero su confianza estaba puesta en Dios. Lo importante no es cuánto tengas, sino dónde colocas tu corazón y a quién sirves con tus bienes.
Jesús mismo advirtió en Mateo 6:19-21 que no debíamos acumular tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, sino que debíamos hacer tesoros en los cielos, porque donde está nuestro tesoro, allí estará nuestro corazón. Esto significa que lo material tiene un límite, pero lo eterno permanece para siempre.
En la actualidad, la sociedad nos enseña a medir el éxito por lo que tenemos, por la casa, el vehículo, las cuentas bancarias o la fama. Sin embargo, la Biblia nos enseña un camino diferente: el éxito verdadero está en vivir conforme a la voluntad de Dios y en compartir lo que tenemos con los demás. Una vida de generosidad es mucho más valiosa que una vida de orgullo y acumulación.
La generosidad es un acto de amor y un reflejo del carácter de Cristo en nosotros. Cuando compartimos nuestras bendiciones, no solo ayudamos al necesitado, sino que demostramos que nuestro corazón no está atado a las riquezas. Además, la Biblia enseña que el que siembra generosamente, generosamente también cosechará (2 Corintios 9:6). Por eso, el dar con alegría se convierte en una semilla de bendición que Dios multiplica.
El peligro de las riquezas está en que pueden hacernos sentir seguros y autosuficientes, olvidándonos de que todo proviene de Dios. Pablo recuerda que las riquezas son inciertas, y cuántos ejemplos tenemos en la historia y en la vida diaria de personas que lo tuvieron todo y en un instante lo perdieron. En cambio, el que confía en Dios siempre tendrá esperanza, porque Él es inmutable y fiel.
Querido lector, no importa si tienes mucho o poco, lo importante es que tu confianza esté siempre en Dios. Si Él te bendice con bienes materiales, no los uses para engrandecerte, úsalos para hacer el bien y para honrar a tu Creador. El mundo necesita hombres y mujeres dispuestos a ser generosos, a compartir, a sembrar amor y esperanza en medio de tanta necesidad.
Que podamos vivir con la convicción de que las riquezas son un medio y no un fin, que son herramientas para bendecir y no para esclavizar. Y sobre todo, que nuestra mayor riqueza sea Cristo en nuestras vidas, porque en Él tenemos una herencia incorruptible, eterna y gloriosa.