Hermanos, no ignoremos el cuidado que tiene Dios con cada uno de nosotros, sea en batalla, o en donde quiera que estemos. Nuestro Señor nos cuida.
Dios es mi socorro, mi gran ayuda, no he visto un justo llamar por ayuda y que no haya sido ayudado. Dios siempre está atento a darnos las manos y a sacarnos de los momentos críticos.
La misma Biblia nos alienta con estas palabras, también podemos ver las obras poderosas de parte de Dios, que con nuestras propias manos podemos palpar y con nuestros ojos ver todas las obras poderosas de nuestro Dios.
En la Biblia podemos ver que muchas personas pudieron ver las obras del Señor, pudieron disfrutar cada una de las cosas buenas que traía la bendición del Señor. En este caso podemos ver algunas palabras dichas por el salmista David cuando este hombre estaba pasando sus momentos de persecución, momentos delicados:
1 Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro?
2 Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra.
Salmos 121:1-2
Esta poderosa expresión que acabamos de leer, nos llena de alegría y esperanza. Este hombre ponía ejemplos maravillosos, veía los montes, que eran lugares a los que acudían las personas que estaban huyendo para esconderse. Por eso él contempla esos lugares y piensa que su ayuda solo viene de nuestro Dios.
Está claro, nuestro socorro viene de Aquel que hizo los cielos y la tierra, Aquel que nos sostiene y cuya misericordia perdura por toda la eternidad.
Así como el salmista pudo decir estas palabras, también podemos decir «Señor, Tú eres mi refugio y mi socorro».
Cada día, como creyentes, enfrentamos diferentes pruebas y desafíos que buscan debilitarnos. Sin embargo, el socorro divino nunca falta, porque Dios ha prometido estar con nosotros “todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Esta promesa nos recuerda que no caminamos solos y que Su compañía nos fortalece cuando más lo necesitamos.
El socorro de Dios no es algo abstracto, sino real y palpable. Muchas veces, Su ayuda llega en el momento justo, cuando pensamos que ya no podemos más. Puede llegar por medio de una palabra de aliento, una respuesta a la oración, una puerta que se abre inesperadamente o un hermano en la fe que extiende la mano. Todo esto es parte del cuidado perfecto de nuestro Padre celestial.
El pueblo de Israel también experimentó ese socorro constante. En el desierto, Dios los sostuvo con maná del cielo y agua de la roca (Éxodo 16 y 17). En medio de la dificultad, el Señor mostró que Él es el sustento verdadero. De la misma manera, nosotros podemos confiar en que, aunque falte todo, nunca faltará la ayuda de nuestro Dios.
El apóstol Pablo lo confirma en 2 Corintios 4:8-9 cuando dice: “Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos”. Esto refleja claramente que el socorro divino se manifiesta incluso cuando las circunstancias parecen adversas. No estamos solos, Dios está allí para levantarnos.
Es importante también reconocer que muchas veces nuestra visión se nubla y pensamos que no hay salida. El salmista, al ver los montes, pudo haber sentido esa tentación de buscar un refugio humano, pero rápidamente recordó que su socorro venía de Jehová. Este es un recordatorio para nosotros: no debemos poner nuestra confianza en recursos humanos, en riquezas o en nuestra propia fuerza, sino en el Dios que todo lo puede.
Querido lector, quizá hoy estás atravesando una situación difícil, tal vez una enfermedad, una crisis económica o un problema familiar que parece no tener solución. Pero recuerda que tu socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. Si Él creó todo lo que vemos y aún lo que no vemos, ¿cómo no podrá ayudarte en lo que atraviesas ahora?
Pidamos al Señor que nos dé siempre esa fe firme que nos permita confiar plenamente en Su socorro. Que al igual que David, podamos levantar nuestros ojos y recordar que nuestra ayuda no depende de los hombres, sino de Dios mismo. Él nunca llega tarde y siempre obra de la mejor manera para Sus hijos.
En conclusión, no ignoremos que Dios está presente en cada paso de nuestra vida. Su socorro es real, es constante y está disponible para todo aquel que clama a Él. Que nuestras oraciones y pensamientos estén siempre dirigidos hacia el Altísimo, recordando que nuestro auxilio viene del Señor, el Creador de los cielos y la tierra. Confiemos en Él, porque nunca nos dejará solos.