La Biblia está llena de promesas, palabras fieles y verdaderas que son dadas por el Señor para que por medio de la fe y el amor podamos creer en el Señor con todo el corazón.
Cada día que pasa, debemos acercarnos más y más al Señor, porque Dios da recompensa a todo aquel que le sigue y hace Su voluntad, una recompensa maravillosa, ya que es duradera y de gran provecho para nuestras vidas.
De nuestro Dios recibimos sabiduría, somos cuidados por Él, somos bendecidos en gran manera, y nunca nos hace falta el pan. Este es nuestro Dios que cada día nos ayuda a seguir adelante.
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
Hebreos 11:6
Está muy claro que por la fe creemos que Él existe, ya que esta fe nos hace agradar en gran manera a Dios, esta fe nos hace sentir seguros en el Señor.
Por eso es bueno que siempre busquemos estar cerca de nuestro Dios, porque solo Dios puede sustentar nuestra fe, ya que aparecen momentos en los cuales nuestra fe se debilita.
El autor de este libro nos insta a cada día creer en el Señor con todo nuestro corazón, teniendo fe y seguridad de que Él está con nosotros, ya que creyendo en Él y acercándonos a Él podremos recibir Su gran amor y misericordia, por su gran bondad divina. Dios es maravilloso, creamos siempre en Él y no dudemos de sus grandes bendiciones.
Las promesas de Dios son un fundamento sólido para nuestras vidas. En medio de la incertidumbre del mundo, Su Palabra nos recuerda que no estamos solos. Muchos creyentes a lo largo de la historia se aferraron a estas promesas y hallaron fortaleza para seguir adelante, aun cuando las circunstancias eran adversas. Esa misma certeza es la que también hoy sostiene a cada hijo de Dios.
Por ejemplo, Abraham es recordado como el padre de la fe porque creyó en lo que Dios le había prometido, aun cuando parecía imposible. En Romanos 4:20 se nos dice que “tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios”. Esa misma fe es la que nosotros debemos cultivar para poder ver la fidelidad del Señor manifestarse en nuestras vidas.
Debemos entender que la fe no es un simple sentimiento, sino una convicción firme que nos lleva a actuar confiando plenamente en Dios. Tener fe significa depositar nuestras cargas en Sus manos y caminar confiados de que Él cumplirá Su Palabra. Así, nuestra vida diaria debe reflejar esa confianza: en la manera en que trabajamos, en cómo tratamos a los demás y en la esperanza que mantenemos viva a pesar de los problemas.
Muchas veces los momentos de dificultad son pruebas que fortalecen nuestra fe. El apóstol Pedro lo explica claramente al decir que “la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:7). Es decir, las pruebas no deben alejarnos de Dios, sino acercarnos más a Él, recordando que hay una recompensa eterna para quienes permanecen firmes.
Es importante también que alimentemos nuestra fe constantemente con la lectura de la Palabra de Dios y la oración. Así como un cuerpo no puede vivir sin alimento, nuestra vida espiritual no puede fortalecerse sin una comunión constante con el Señor. Cada promesa que encontramos en la Biblia es un alimento que nos sostiene y nos recuerda que Dios nunca falla.
Querido lector, reflexiona en esto: ¿qué lugar ocupa la fe en tu vida diaria? ¿Crees en las promesas de Dios aun cuando todo parece difícil? Recordemos que agradar a Dios requiere fe, y esta fe produce frutos visibles de esperanza, paz y obediencia en nuestro caminar.
En conclusión, la fe es la llave que nos abre la puerta a las promesas divinas. No es una fe vacía, sino una confianza firme en el Dios vivo que recompensa a los que le buscan. Acerquémonos pues con confianza, vivamos seguros de que Sus promesas son reales y nunca fallarán. El Señor siempre cumple lo que promete, y en esa verdad podemos descansar cada día con gratitud y esperanza.