No temeré a mi enemigo, porque el Señor está conmigo

Una de las frases más poderosas que podemos declarar frente a nuestro enemigo es: «No temeré, porque el Señor mi Dios está conmigo, y por eso no tendré temor de lo que el enemigo planee contra mí». Estas palabras no son un simple ánimo personal, sino una verdad que proviene directamente de la Palabra de Dios, la cual nos recuerda que no estamos solos en la batalla de la vida. Confiar en el Señor nos da seguridad de que ninguna artimaña del enemigo podrá vencernos, porque mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo.

Hermanos, debemos confiar plenamente en el Señor, porque solo con Él podemos vencer al adversario que día tras día intenta atacarnos. Satanás y sus huestes siempre buscarán intimidar, traer miedo o incertidumbre, pero la promesa divina es clara: en Cristo Jesús ya somos más que vencedores. Esto no significa que no enfrentaremos pruebas, sino que aun en medio de ellas tenemos la victoria asegurada en el Señor.

Muchas personas se llenan de temor al pensar en lo que el enemigo pueda hacerles, y esa es precisamente la estrategia del adversario: sembrar miedo. Pero el cristiano debe recordar que tiene al Rey de reyes y Señor de señores de su lado, al Dios de los ejércitos celestiales. Si Él es vencedor, nosotros también lo somos, porque nuestra victoria está unida a la de Cristo en la cruz del Calvario y en su gloriosa resurrección.

En la historia bíblica encontramos múltiples ejemplos de hombres que confiaron en Dios con todo su corazón y salieron victoriosos, no porque fueran más fuertes o porque tuvieran mejores armas, sino porque pusieron toda su confianza en el Señor. Moisés, Josué, David y muchos otros líderes del pueblo de Israel enfrentaron enemigos superiores en número y en poder, pero vieron la mano de Dios dándoles la victoria. Estos testimonios nos enseñan que la clave nunca estuvo en la fuerza del hombre, sino en el respaldo divino.

David, por ejemplo, enfrentó a Goliat no con espada ni lanza, sino con una fe inquebrantable en el Dios vivo de Israel. Josué conquistó ciudades fortificadas no por estrategia militar, sino porque Dios peleaba por él. Moisés extendió su vara sobre el Mar Rojo y vio cómo las aguas se abrieron para que el pueblo pasara en seco, mientras el ejército de Faraón era derrotado. En cada caso, la lección es clara: cuando el pueblo confía en Dios, la victoria es segura.

1 Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, si vieres caballos y carros, y un pueblo más grande que tú, no tengas temor de ellos, porque Jehová tu Dios está contigo, el cual te sacó de tierra de Egipto.

2 Y cuando os acerquéis para combatir, se pondrá en pie el sacerdote y hablará al pueblo,

3 y les dirá: Oye, Israel, vosotros os juntáis hoy en batalla contra vuestros enemigos; no desmaye vuestro corazón, no temáis, ni os azoréis, ni tampoco os desalentéis delante de ellos;

4 porque Jehová vuestro Dios va con vosotros, para pelear por vosotros contra vuestros enemigos, para salvaros.

Deuteronomio 20:1-4

Este pasaje del libro de Deuteronomio es un recordatorio contundente de la fidelidad de Dios. Él mismo instruyó a Israel a no temer cuando enfrentaran enemigos superiores, porque la batalla no dependía de sus fuerzas humanas, sino de la intervención divina. La promesa era clara: Jehová su Dios iría con ellos, pelearía por ellos y les daría salvación. Y esas palabras siguen siendo ciertas para nosotros hoy, porque el Dios que libró batallas en el pasado es el mismo que pelea por nosotros en el presente.

Estas promesas no fueron simples palabras motivacionales; fueron realidades cumplidas en el tiempo de Dios. Cada vez que Israel confió en el Señor, vio milagros, pero cada vez que se apoyó en su propia fuerza, terminó derrotado. De igual manera, nosotros debemos aprender a no depender de nuestros recursos, sino a descansar en el poder y la soberanía de Dios, porque solo Él garantiza la victoria.

Conclusión

Amado lector, la victoria no está en tus fuerzas, ni en tu sabiduría, ni en tus estrategias humanas; la victoria está en Cristo Jesús. Cuando el temor quiera dominar tu corazón, recuerda la promesa: “No temas, porque Jehová tu Dios está contigo”. No importa lo grande que sea el enemigo, ni lo fuerte que parezca la batalla, el Señor es tu defensor, tu escudo y tu salvación. Vive cada día confiando en que Dios pelea por ti, y verás cómo el miedo se convierte en fe, la debilidad en fortaleza y la derrota en victoria. Aférrate a esta verdad: en Cristo eres más que vencedor.

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