La fe que mueve montañas

Cuando hablamos de que la fe mueve montañas, queremos dejar en claro que es posible lograr grandes cosas a través de ella, y el mismo Jesús enseñó esa verdad a sus discípulos. La fe no es simplemente un concepto religioso, sino una convicción profunda en el poder de Dios que puede transformar realidades.

La fe era lo que ayudaría a los discípulos a soportar las dificultades, a mantenerse firmes frente a la persecución y a confiar en la provisión de Dios. Ellos iban a atravesar momentos muy oscuros: traiciones, cárceles, azotes e incluso la muerte. Sin embargo, Jesús sabía que con una fe viva podrían permanecer firmes hasta el fin. Por eso, constantemente los instruía y corregía, llevándolos a depender no de sus propias fuerzas, sino de la fe en el Dios Todopoderoso.

¿Qué hacía Jesús con los discípulos en aquel momento? Según las Escrituras, era un tiempo de enseñanza, reflexión y preparación. Jesús, como buen Maestro, estaba depositando en ellos las verdades eternas que luego deberían proclamar en todo el mundo. No se trataba solo de ver milagros y asombrarse, sino de vivir bajo el principio de la fe, aplicándola en cada aspecto de la vida y en el ministerio.

La Biblia nos muestra lo que Jesús les dijo acerca de la fe y por qué era crucial que entendieran esta lección:

Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.

Mateo 17:20

Es importante recordar que los discípulos andaban con Jesús todos los días, presenciando señales y maravillas: enfermos que eran sanados, demonios que huían, panes y peces multiplicados, y hasta muertos que volvían a la vida. Aun así, en ciertos momentos su fe flaqueaba. Una de esas ocasiones fue cuando intentaron liberar a un muchacho endemoniado y no pudieron hacerlo. Fue entonces cuando Jesús les dijo estas palabras, señalando que su fracaso no fue por falta de poder en Dios, sino por la debilidad de su fe.

Jesús quería que entendieran que la fe no es opcional en la vida cristiana. No era suficiente con estar cerca del Maestro o ver milagros; debían creer y actuar conforme a esa fe. Por eso les explicó que, con una fe tan pequeña como un grano de mostaza, cosas imposibles a ojos humanos serían posibles delante de Dios. La comparación no radica en el tamaño, sino en la autenticidad: una fe genuina, aunque pequeña, es capaz de mover montañas porque está depositada en el Dios que todo lo puede.

Además, este pasaje nos enseña que no debemos menospreciar los pequeños comienzos de fe. A veces pensamos que necesitamos una fe inmensa para que Dios obre, pero la realidad es que necesitamos una fe sincera, aunque parezca pequeña. Lo que importa no es la magnitud de nuestra fe, sino en quién la depositamos. Si nuestra fe está en Cristo, aun siendo como un grano de mostaza, Él puede obrar maravillas.

Los discípulos aprendieron con el tiempo a ejercitar esa fe. En el libro de los Hechos los vemos enfrentando cárceles, azotes y hasta amenazas de muerte, pero oraban, confiaban y actuaban con fe en el Señor. Esa misma fe los llevó a ser testigos poderosos del evangelio, a sanar enfermos y a anunciar la salvación hasta lo último de la tierra.

Conclusión

La lección que Jesús dio a sus discípulos sigue vigente para nosotros hoy. También enfrentamos pruebas, montañas de problemas, luchas y situaciones imposibles. Pero la clave sigue siendo la misma: confiar plenamente en Dios. Si tu fe parece pequeña, no te desanimes; lo importante es que esté puesta en Cristo. Ora como aquel padre que le dijo a Jesús: «Creo; ayuda mi incredulidad» (Marcos 9:24). La fe no es ausencia de dudas, sino la decisión de confiar en Dios aun cuando todo parezca contrario. Y recuerda: cuando tu fe está en Jesús, nada será imposible, porque para el que cree, todo es posible (Marcos 9:23).

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