Alabemos Su Santo Nombre sin esperar nada a cambio

No es bueno ir a Dios solamente cuando tengamos un problema, alabemos a Dios desinteresadamente. Recordemos que Dios es Dios y debemos ofrecer cánticos a Él sin esperar nada a cambio. Si recibimos algo de parte de nuestro Dios es porque Su misericordia es grande y maravillosa.

Debemos alabar a Dios desinteresadamente, porque Dios nos conoce y Él no nos desamparará, porque Su palabra nos guía y aclara esta parte tan maravillosa, siempre estará ayudándonos en todo momento. No dejemos de buscarle y exaltar Su Nombre.

Siempre, siempre tendremos el favor de Dios, Su poder nos ayudará y Su poderosa mano nos abrirá el paso para que podamos avanzar. Todo lo que hagamos para el Señor, hagámoslo sin pensar en los beneficios que podamos tener de parte de Él. Así que, piensa en lo grande y lo maravilloso que es Dios con cada uno de nosotros.

Podemos dar ejemplo de unos jóvenes que aunque el Señor no los librase, de todas formas no adorarían otro nombre:

17 He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará.

18 Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.

Daniel 3:17-18

Podemos ver claramente que aunque estos jóvenes perecieran, nunca adorarían al rey, es decir, no querían fallarle a Dios. Ellos hicieron esto sin ningún interés, pues dejaron en claro que Dios podía liberarlos (v17) pero aunque no los librase (v18), de todas formas no adorarían a los dioses de ese rey.

Que esta lección sirva para que aprendamos que aunque no veamos la mano de Dios obrando, con todo seamos fieles siempre a Él, porque al final de todo este mundo perece y lo que necesitamos es reunirnos con Él por toda la eternidad.

Cuando reconocemos a Dios de manera desinteresada, también mostramos una fe genuina. No se trata de un intercambio, sino de una entrega completa. La Biblia enseña que el verdadero adorador lo hace “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24). Esto significa que la alabanza no depende de lo que recibamos, sino de quién es Dios en esencia. Él es digno de gloria en todo tiempo, tanto en los momentos de abundancia como en los de escasez.

Muchas veces, los creyentes caen en el error de buscar a Dios solo cuando hay necesidad, como si Él fuera un recurso de emergencia. Sin embargo, el Señor quiere que lo amemos y adoremos por encima de cualquier circunstancia. Así como Job declaró en medio de su sufrimiento: “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21). Aquí vemos un ejemplo de adoración sincera, que no depende de las circunstancias materiales.

Adorar sin esperar nada a cambio también transforma nuestro corazón. Cuando alabamos con sinceridad, nos alejamos del egoísmo y aprendemos a vivir en gratitud. Cada cántico y cada oración elevadas al Señor son una muestra de confianza y humildad. Así aprendemos que lo más importante no es lo que Dios pueda darnos, sino la relación que construimos con Él día tras día.

En nuestra vida cotidiana, podemos aplicar este principio al agradecer por lo pequeño y lo grande. No debemos esperar milagros extraordinarios para levantar nuestras manos y decir “Gracias Señor”. El simple hecho de respirar, tener familia, contar con alimento y paz en el corazón ya es motivo suficiente para adorar. Así la alabanza se convierte en un estilo de vida y no en un recurso ocasional.

Si recordamos a los jóvenes hebreos frente al horno de fuego, comprenderemos que la fidelidad verdadera se demuestra en la prueba. Ellos no negociaron su fe ni la condicionaron a la liberación. Su confianza estaba puesta en Dios, y eso los llevó a mantener firmeza en medio de la adversidad. Esa misma convicción es la que debe motivarnos hoy: adorar a Dios por lo que Él es y no por lo que recibimos.

Querido lector, que estas palabras te inspiren a examinar tu vida espiritual. Pregúntate: ¿adoro a Dios solo cuando todo va bien, o también lo alabo en medio de la dificultad? Recuerda que la verdadera bendición no está en lo que recibes, sino en permanecer fiel al Señor. Al final, nuestra recompensa eterna no se encuentra en esta tierra, sino en la gloria venidera que Él ha preparado para los que le aman.

Conclusión: Adorar a Dios desinteresadamente es la expresión más pura de amor y fidelidad. Sigamos el ejemplo de los héroes de la fe, mantengamos firme nuestra adoración, y vivamos agradecidos en todo tiempo. No pongamos condiciones a nuestra alabanza, porque Dios sigue siendo Dios, y Él es digno de gloria, honra y honor por siempre.

Una vida nueva en Cristo Jesús
Alabemos a Dios porque nuestras enseñanzas son dadas por Él