Tener «fe» es justamente lo que significa nuestro conjunto de creencias. Un cristiano sin fe, en realidad, no puede llamarse cristiano, porque la fe es el fundamento mismo de nuestra relación con Dios. Si alguien que se dice seguidor de Cristo no tiene fe, entonces necesita urgentemente un cambio de perspectiva, volver a la Palabra y reafirmar en su corazón lo que cree. La fe no es opcional en la vida del creyente, es esencial, porque sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6).
Todo comienza con un primer paso: creer que la Biblia es la Palabra de Dios. No es un libro común, ni un cuento, ni una simple recopilación de historias. Es la voz de Dios escrita para nosotros, inspirada por el Espíritu Santo, sin error y con poder para transformar vidas. Oh querido hermano, si creemos verdaderamente en ella, nuestra fe no será una fe vacía, sino una fe viva y activa que sostiene nuestra esperanza aun en los momentos más oscuros. ¿Me acompañas a creerlo con convicción?
La Escritura está llena de historias que nos muestran la fidelidad y el poder de Dios, y una de las más impactantes para fortalecer nuestra fe es la historia de Eliseo, su criado y el ejército del rey de Siria. Esta nación estaba en guerra con Israel, pero había un detalle que incomodaba al rey enemigo: cada estrategia militar que él planeaba era descubierta por el rey de Israel, porque Dios se la revelaba a Eliseo. Esto provocó la ira del rey de Siria, quien decidió sitiar la ciudad para capturar al profeta.
Hermano mío, ¡aunque no lo puedas ver, Dios está obrando! Aunque el enemigo parezca rodearte, el ejército de Dios ya está peleando a tu favor. Por eso no temas, no desesperes, no pienses que estás abandonado. La fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1). Esa certeza es la que nos permite caminar seguros, sabiendo que Aquel que prometió nunca fallará.
Hoy, en medio de tus luchas personales, recuerda estas palabras: “Más son los que están con nosotros que los que están con ellos”. No importa cuán grandes sean tus problemas, Dios es más grande. No importa cuán fuerte parezca el enemigo, el poder del Señor es inconmovible. Levanta tu mirada, abre los ojos de la fe y confía en que Aquel que está contigo es poderoso para librarte.