Icono del sitio Restablecidos

Alabaré al Señor en mis peores necesidades

Alabaré al Señor en mis peores necesidades

¿Quién es aquel que nos bendice, que nos ayuda cada día, que da fuerzas a todo el que la necesita?. ¿Quién es aquel que da pan al hambriento, agua al sediento, que suple a las viudas, y al enfermo sana sus dolencias, y que cuida a todos los que en Él confían?. Es Dios, que siempre va con nosotros, alabemos Su nombre.

Alabemos a Dios sin importar la circunstancia, alabemos a Dios aunque en nuestros hogares no haya alimentos, alabemos al Señor aunque nuestros corazones estén afligidos, demos gracias por todo porque Dios es grande y digno de suprema alabanza. Dios conoce todo de nosotros, conoce todas nuestras necesidades, glorifiquemos Su nombre sin importar la prueba que estemos pasando.

Su trono está encima de nosotros, alabemos porque el Dios de los cielos no se olvida de Sus hijos, demos gracias a Dios porque en Su infinita misericordia Él se acuerda de nosotros, nos llena de Su infinito amor, alienta nuestro ser, nos restaura, y Sus bendiciones caen sobre nosotros en el momento que Él ha determinado.

Tenemos un ejemplo de las proezas de Dios, del milagro de Dios en el desierto con el pueblo de Israel:

32 Y dijo Moisés: Esto es lo que Jehová ha mandado: Llenad un gomer de él, y guardadlo para vuestros descendientes, a fin de que vean el pan que yo os di a comer en el desierto, cuando yo os saqué de la tierra de Egipto.

33 Y dijo Moisés a Aarón: Toma una vasija y pon en ella un gomer de maná, y ponlo delante de Jehová, para que sea guardado para vuestros descendientes.

34 Y Aarón lo puso delante del Testimonio para guardarlo, como Jehová lo mandó a Moisés.

35 Así comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada; maná comieron hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán.

Éxodo 16:32-35

Cuando el pueblo de Israel se quedó sin recursos, reclamaban a Moisés por haberlos sacado al desierto a morir, ya que no les quedaban alimentos. Pero el Señor les mandó alimentos y fueron saciados y así fue hasta que llegaron a la tierra prometida.

El poder de Dios se manifiesta en gran manera, por eso confiemos en el Señor y todas nuestras dificultades serán resueltas a su tiempo. Dios es bueno.

La Biblia está llena de promesas que nos recuerdan que Dios es nuestro proveedor y sustentador. Así como alimentó al pueblo de Israel con maná en el desierto, hoy sigue proveyendo a sus hijos de lo que necesitan. En ocasiones no será de la forma que imaginamos, pero siempre será suficiente y oportuno. Cada vez que levantamos nuestras manos en agradecimiento, reconocemos que nuestro sustento no depende de lo material, sino de la gracia del Señor.

Debemos aprender a alabar a Dios en medio de las pruebas. Alabar cuando todo va bien es fácil, pero cuando falta el pan en la mesa o cuando la salud nos abandona, alabar requiere fe y confianza. Esa fe mueve montañas, porque en medio de la adoración se abren los cielos y desciende fortaleza para continuar adelante. El apóstol Pablo dijo que debemos dar gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para nosotros en Cristo Jesús.

Otro ejemplo poderoso lo encontramos en el libro de los Salmos. David, aun cuando era perseguido y estaba rodeado de enemigos, levantaba cánticos de alabanza. Él comprendía que la victoria no estaba en sus propias manos, sino en la presencia del Señor. Por eso decía: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca”. Esta es una enseñanza que sigue vigente para nosotros: mantener un corazón agradecido y una boca llena de alabanza en todo momento.

Además, alabar a Dios nos ayuda a mantener la perspectiva correcta. En lugar de enfocarnos en la dificultad, elevamos nuestra mirada al cielo y recordamos que tenemos un Padre todopoderoso que no abandona a sus hijos. Cada palabra de gratitud abre la puerta a nuevas bendiciones y fortalece nuestra fe, porque entendemos que nuestra vida está en las manos de Aquel que nunca falla.

Querido lector, que esta reflexión nos lleve a reconocer que el mismo Dios que sostuvo a Israel en el desierto, es el mismo que nos sostiene hoy. No importa cuán difíciles sean los tiempos, no importa la escasez, el dolor o la soledad, siempre habrá un motivo para alabar. Porque al final, la alabanza es la llave que abre el corazón de Dios y nos recuerda que Su amor es eterno y Sus misericordias nunca se acaban.

Si somos de Dios, actuemos con misericordia
Sus propósitos son perfectos
Salir de la versión móvil