Sus propósitos son perfectos

En nuestra vida cristiana enfrentamos muchos desafíos, pero uno de los más importantes es aprender a esperar en el Señor con fidelidad. A menudo queremos que las cosas sucedan en nuestro tiempo, bajo nuestros planes y condiciones, sin embargo, la Biblia nos enseña que los propósitos de Dios son perfectos, que Él nunca se equivoca y que siempre cumple lo que promete. Esta verdad debe llenar nuestros corazones de esperanza y de confianza, porque sabemos que aunque no entendamos el proceso, el resultado final será siempre lo mejor para nosotros.

Debemos ser fieles ante el Señor, esperando en Sus propósitos, no nos olvidemos que los propósitos del Señor son perfectos, no fallan. Así que, esperemos fielmente en el Señor.

La misma Biblia nos muestra cada día, que los propósitos del Señor son buenos y perfectos, muchos de los de la antigüedad, pudieron recibir del Señor conforme al propósito de Dios, ellos veían la mano poderosa de Dios trabajar en sus vidas, ver el propósito de Dios cumplirse en ellos, se llenaban de alegría y siempre sabían esperar.

En el verso 9 de la segunda carta a Timoteo, el autor nos muestra que Él nos hizo un llamamiento santo:

quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos,

2 Timoteo 1:9

Fuimos llamados según el propósito de nuestro Señor, y sus propósitos son perfectos, recordemos que no es conforme a nuestras obras, más bien conforme al propósito de Dios es quien nos hace merecedores, por Su gran amor y misericordia.

Esa gracia que hoy abunda en nuestras vidas viene solo de Él, ya que Su amor y Su gracia nos sostienen, nos cubren, nos sustentan. Debemos estar siempre agradecidos de nuestro creador, por Su gran bondad, y porque Sus propósitos nunca fallan, son perfectos.

Seamos diligentes, apreciemos el propósito de Dios que hay en nosotros, seamos agradecidos, y alabemos siempre a nuestro Dios por Su gran amor que sobre pasa todo entendimiento.

Cuando observamos las Escrituras, vemos que hombres como Abraham, Moisés, David o José tuvieron que esperar en Dios. Ellos no siempre entendieron el porqué de las pruebas, pero aprendieron que la fidelidad al Señor trae fruto abundante. José, por ejemplo, fue vendido por sus hermanos y sufrió injusticias en Egipto, pero al final entendió que todo lo que le ocurrió formaba parte del plan perfecto de Dios. Así también nosotros debemos confiar, aunque el camino parezca difícil, sabiendo que hay un propósito mayor que aún no podemos ver.

La espera en el Señor no es pasiva, sino activa. Significa permanecer en oración, leer la Palabra, congregarse, servir y alabar a Dios mientras aguardamos la manifestación de Su voluntad. El creyente fiel no se desespera, sino que utiliza ese tiempo para crecer espiritualmente y fortalecer su fe. Cada prueba que enfrentamos es una oportunidad para que el carácter de Cristo sea formado en nosotros.

El apóstol Pablo también escribió en Romanos 8:28 que «a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien». Esto nos recuerda que incluso las circunstancias más difíciles forman parte de un plan perfecto que obra para nuestro beneficio espiritual y eterno. La clave está en amar a Dios, obedecerle y mantenernos en Sus caminos.

Por eso, querido lector, si hoy atraviesas una prueba o un momento de incertidumbre, no olvides que los propósitos de Dios nunca fallan. Tal vez no veas con claridad lo que está ocurriendo, pero confía en que tu Padre celestial tiene el control absoluto. Él no se equivoca, y aunque su plan sea distinto al tuyo, siempre será mejor.

Conclusión: Mantengamos siempre la fe en nuestro Dios, porque Sus propósitos son eternos, justos y perfectos. Sigamos siendo fieles, agradecidos y perseverantes en la fe, confiando en que lo que hoy parece difícil mañana será motivo de alegría. El Señor cumplirá en nosotros Su obra, porque Él es fiel y verdadero. Esperemos, entonces, con paciencia y gozo, porque Sus promesas son sí y amén en Cristo Jesús.

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