En este artículo veremos una gran enseñanza sobre un siervo fiel.
Consideremos el ejemplo de una entrevista de trabajo, luego te llaman y aceptas el trabajo, pues prometes a la empresa cumplir con las responsabilidades que te asignen en la misma. Serás un empleado fiel en dicha empresa.
Pero en este caso, hablaremos de ser un siervo fiel en la presencia de nuestro Dios, y es por eso que hablaremos del evangelio según San Mateo en su capítulo 25:
Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Mateo 25:23
Bien, muchos conocen esta gran historia de la parábola de los talentos, sabemos que a cada persona seleccionada se les entregaron talentos conforme a su capacidad.
En esta parábola, podemos ver que la mayoría cumplió con lo ordenado, ya que su señor los dejó a cargo para multiplicar los talentos que se les fueron entregados. Por eso el señor les menciona las palabras del versículo 23 que dice «buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré».
Pero hubo un hombre que no hizo nada con el único talento que le fue entregado, solo lo enterró, y a éste el señor pide que lo echen en las tinieblas de afuera, donde será el lloro y el crujir de dientes.
Tenemos que obedecer al Señor en todo serle fiel, cumplamos con nuestro deber y como cristianos, seamos fieles con todo lo que El Señor nos dejó para cumplirlo.
La parábola de los talentos nos muestra que Dios ha puesto en cada uno de nosotros habilidades, dones y responsabilidades. No se trata solamente de bienes materiales, sino también de capacidades espirituales y morales que debemos administrar sabiamente. Ser un siervo fiel significa reconocer que todo lo que tenemos proviene de Dios y que un día tendremos que rendir cuentas por lo que hicimos con lo que Él nos confió.
Cuando el Señor Jesús dice «sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré», nos enseña que la fidelidad no depende de la cantidad de recursos que tengamos, sino de nuestra obediencia y esfuerzo en lo que se nos ha asignado. Un creyente que cuida con responsabilidad lo pequeño, demuestra que puede encargarse de lo grande. Así, el siervo fiel no espera tener abundancia para ser responsable, sino que aprovecha lo que ya tiene para glorificar a Dios.
El contraste con el siervo negligente es evidente. Aquel hombre que recibió un solo talento lo escondió por miedo y falta de visión. Su actitud refleja a quienes desperdician oportunidades, descuidan su fe o ignoran los dones que Dios les ha entregado. Esta enseñanza nos recuerda que la pasividad también es una forma de desobediencia, porque Dios espera de nosotros acción, compromiso y fruto.
En la vida cristiana, ser fiel implica constancia en la oración, dedicación en el servicio, amor hacia el prójimo y obediencia a la Palabra. No se trata únicamente de grandes obras, sino de la suma de pequeñas acciones hechas con amor y sinceridad. La fidelidad se demuestra en la vida diaria: en el hogar, en el trabajo, en la iglesia y en todo lugar donde damos testimonio de nuestra fe.
Otro aspecto importante es que la fidelidad trae recompensa. Jesús nos dice que el siervo fiel entra en el gozo de su Señor. Esta es una promesa de vida eterna y también una recompensa espiritual en el presente. La paz, el gozo y la satisfacción de servir a Dios son evidencias de que vale la pena permanecer firmes en la fe, aun cuando vengan pruebas o dificultades.
En conclusión, la parábola de los talentos nos invita a reflexionar sobre nuestra vida. ¿Qué estamos haciendo con lo que Dios nos dio? ¿Estamos multiplicando los dones y talentos para bendición de otros, o los estamos enterrando por miedo, pereza o indiferencia? Recordemos que un día el Señor pedirá cuentas y lo más hermoso que un creyente puede escuchar es la voz del Maestro diciendo: “Bien, buen siervo y fiel”. Vivamos de manera que esa sea la respuesta que recibamos al final de nuestro camino.