Nada faltará a los que le temen

¿Habías escuchado o leído sobre la famosa cueva de Adulam? Hubo un momento en el que David, perseguido por el rey Saúl, se refugió en esa cueva. David estaba huyendo por su vida, cargado de temor y dolor, y sin embargo, allí encontró consuelo en la presencia de Dios. A este lugar comenzaron a unirse muchos hombres que también estaban desesperados, endeudados y afligidos, y fue en medio de ese ambiente de angustia que David compuso palabras llenas de esperanza. Se dice que el precioso Salmo 34 nació en esa experiencia de refugio y dependencia total en el Señor.

Veamos estas palabras que David levanta en alabanza en medio de la dificultad:

7 El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende.

8 Gustad, y ved que es bueno Jehová; Dichoso el hombre que confía en él.

9 Temed a Jehová, vosotros sus santos, Pues nada falta a los que le temen.

Salmo 34:7-9

En estas líneas, David no escribe desde un palacio ni en un tiempo de abundancia, sino desde una cueva, escondiéndose de sus enemigos. Sin embargo, aun en medio del dolor y la incertidumbre, él tenía claro que el Señor no lo había abandonado. La primera declaración es contundente: «El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende». David había visto la mano de Dios muchas veces en su vida: cuando derrotó a Goliat, cuando protegía a las ovejas de osos y leones, y cuando escapaba de las manos de Saúl. Esa convicción se reflejaba en su fe.

¿Sabías que también en nuestros temores, dolores y pruebas, ese mismo Dios acampa alrededor nuestro? Así como David escapó de la muerte en varias ocasiones, nosotros también hemos sido librados de peligros que a veces ni siquiera notamos. David sabía que tenía un Dios que le defendía y que, aunque los hombres quisieran hacerle daño, no debía temer, porque su esperanza estaba en Jehová.

En el verso 7, David habla desde la experiencia personal: él había vivido la protección de Dios. Pero en el verso 8 va más allá y hace un llamado directo a cada lector y oyente: «Gustad, y ved que es bueno Jehová». No se trata solo de escuchar testimonios de otros o leer historias de fe, sino de probar por nosotros mismos el amor, la gracia y la bondad de Dios. Es un reto y una invitación: conocer personalmente a un Dios que responde, que cuida y que nunca falla.

En el verso 9 encontramos la exhortación: «Temed a Jehová, vosotros sus santos». Este temor no significa miedo como el que se tiene a un enemigo, sino reverencia, respeto y obediencia a un Dios Salvador y misericordioso. Reconocer Su grandeza nos lleva a vivir en humildad, sabiendo que sin Él no somos nada. David asegura que «nada falta a los que le temen», recordándonos que Dios provee fielmente a quienes ponen su confianza en Él.

Hoy, muchos de nosotros atravesamos «cuevas de Adulam» modernas: momentos de soledad, problemas familiares, deudas, enfermedades o incertidumbre. Tal vez sientes que todo a tu alrededor se derrumba y no sabes cómo seguir adelante. Pero este pasaje nos enseña que aún en medio de la desesperación, Dios está presente. Su ángel acampa alrededor de ti, te guarda y te defiende. El mismo Dios que acompañó a David en aquella cueva está contigo en este mismo instante.

La invitación es clara: prueba por ti mismo la bondad del Señor. No te conformes con escuchar de otros, acércate a Dios en oración, abre tu corazón a Su Palabra, y verás cómo Él llena tu vida de paz en medio de las tormentas. Y cuando lo hagas, descubrirás lo mismo que David: que la presencia de Dios es suficiente, que Su amor es más fuerte que el miedo y que Su fidelidad sostiene aún en los valles más oscuros.

Que al igual que David en la cueva de Adulam, podamos levantar nuestra voz y decir: «Gustad, y ved que es bueno Jehová». Porque el que confía en Él es verdaderamente dichoso, y jamás quedará avergonzado.

"El fin justifica los medios"
Si llamas a la puerta Él te abrirá, no temas, este es Dios