Acercarnos a Dios es maravilloso, cada día estar más cerca de Él nos ayudará a aprender más de Su palabra, recibir sabiduría y entendimiento por medio de Su Espíritu. No existe un privilegio más grande que vivir en comunión con nuestro Creador, pues de esa relación nace la fortaleza para enfrentar las pruebas y la esperanza para caminar en santidad. Nuestro Dios siempre está dispuesto a recibirnos, guiarnos y hacernos suyos para siempre.
La Escritura nos recuerda que somos ovejas de Su prado, y como buen Pastor, Él nos cuida, nos alimenta y nos alienta en todo momento. Nuestra mejor protección no viene de las fuerzas humanas ni de lo material, sino de Dios, el Creador de todas las cosas visibles e invisibles. Cuando reconocemos esta verdad, entendemos que no hay motivo para temer, porque estamos en manos del Todopoderoso. Él es grande y digno de toda gloria, por eso elevemos continuamente alabanzas a Su Santo Nombre.
Cuando nos acercamos a Dios con un corazón sincero, nunca somos rechazados. Al contrario, Él nos recibe con los brazos abiertos, como el padre que espera al hijo pródigo para restaurarlo y vestirlo con nuevas vestiduras. Su amor infinito nos envuelve y nos da paz en medio de las tormentas. En los momentos de desesperación, cuando no sabemos qué camino tomar, Dios mismo se convierte en nuestro guía fiel, iluminando nuestra senda y asegurándonos de que nunca caminamos solos.
La gratitud debe ser una marca en todo creyente, pues nuestro Dios siempre está pendiente de nosotros. Todo lo que Él ofrece es bueno, perfecto y duradero. A diferencia de los placeres temporales del mundo, los dones del Señor vienen acompañados de verdadera alegría y propósito. Ningún otro dios, ídolo o fuerza puede hacer lo que solo el Señor hace: salvar, transformar y sostener. Por eso damos gloria y exaltamos Su Nombre, reconociendo que Su amor es incomparable, sublime y único.
Jesús mismo nos dejó una promesa que llena de esperanza a todos los que se acercan confiados a Él:
7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
8 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
Mateo 7:7-8
Estas palabras nos muestran el corazón generoso del Señor. Él nos invita a pedir, buscar y llamar con fe. No es un llamado a la desesperación, sino a la confianza. Nos asegura que cada oración sincera tiene respuesta, que cada búsqueda genuina tendrá un hallazgo y que cada puerta tocada con fe será abierta. Jesús no solo nos anima a acercarnos, sino que promete responder, porque Dios no se complace en el silencio indiferente, sino en dar vida abundante a quienes lo buscan.
Esto significa que el acercarnos a Dios nunca será en vano. Si pedimos sabiduría, Él la dará. Si buscamos consuelo, lo hallaremos en Su presencia. Si llamamos a Su puerta, seremos recibidos con gracia. El problema no está en Dios, sino en que muchas veces no pedimos, no buscamos o no llamamos con la perseverancia y fe necesarias. Pero si aprendemos a hacerlo, descubriremos que Dios se deleita en responder a Su pueblo.
Por lo tanto, acerquémonos cada día con confianza al trono de la gracia, sabiendo que nuestro Padre celestial nos espera. Dejemos que Él sea nuestra guía, nuestra fortaleza y nuestro refugio. Seamos constantes en la oración, firmes en la fe y agradecidos en todo. Porque el Señor que prometió abrirnos la puerta es fiel, y jamás falla a Su Palabra.

