La obra del Espíritu Santo

Jesús se fue, pero no nos dejó solos, sino que nos dejó al Consolador, al Espíritu Santo que estará con nosotros hasta el fin.

Pero el Espíritu Santo no estará solamente haciéndonos compañía, sino que estará cumpliendo una labor en la tierra y Jesús explica bien claro en el libro de Juan cuál sería esa labor que el Espíritu Santo estaría llevando a cabo en este mundo:

7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.

8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.

9 De pecado, por cuanto no creen en mí;

10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;

11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.

Juan 16:7-11

Nuestra labor es predicar el evangelio, pero el Espíritu Santo es el que se encarga de convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Es el Espíritu Santo quien lleva al hombre a arrepentirse y abrir sus ojos espirituales para por fin discernir cuál es la voluntad de Dios.

El deber de nosotros como creyentes y personas transformadas por Cristo es predicar la Palabra de Dios. Luego el Espíritu Santo es quien trabaja en el corazón de los pecadores y los trae al arrepentimiento. No es necesario utilizar métodos de hombres ni estrategias de marketing para atraer las almas. Jesús no tuvo que hacerlo, Él solo tuvo que predicar la Palabra.

De manera que, en vez de estar haciendo estrategias para emplear métodos que intentan encajar con los deseos de este mundo para atraer masas, mejor prediquemos el mensaje que está escrito en la Biblia, sin añadirle ni quietarle nada, y dejemos que sea el mismo Espíritu Santo que se encargue de trabajar en las vidas de las personas.

El Consolador no solo guía a la verdad, sino que también fortalece a los creyentes en medio de las pruebas. Muchas veces el cristiano se encuentra frente a situaciones que parecen imposibles de sobrellevar, pero es allí donde el Espíritu Santo actúa trayendo paz, recordándonos las promesas de Cristo y dándonos convicción de que no estamos solos en la batalla. Él es quien transforma las debilidades humanas en oportunidades para glorificar a Dios.

Además, debemos comprender que el Espíritu Santo nos capacita para vivir una vida santa. Sin Su ayuda sería imposible vencer las tentaciones y caminar en obediencia a los mandamientos de Dios. El Espíritu nos recuerda la Palabra, nos redarguye cuando fallamos y nos impulsa a buscar una comunión más profunda con el Señor. De esta manera, se convierte en un aliado constante que obra desde dentro, moldeando nuestro carácter conforme a Cristo.

Es importante también reconocer que el Espíritu Santo da dones a cada creyente para la edificación de la iglesia. No todos tienen el mismo don, pero todos son útiles en el cuerpo de Cristo. Predicar, enseñar, servir, orar, aconsejar, consolar, cada función tiene un valor eterno cuando es guiada por el Espíritu. Al permitir que Él dirija nuestras vidas, la iglesia crece en unidad y en poder espiritual, cumpliendo el propósito de ser luz en medio de las tinieblas.

Conclusión

El Espíritu Santo es la mayor promesa que Jesús nos dejó antes de ascender al Padre. Él es quien nos guía, nos fortalece, nos convence y nos transforma para vivir de acuerdo con la voluntad divina. Nuestra responsabilidad es predicar fielmente el evangelio, sin añadir ni quitar, y confiar en que el Consolador hará la obra en los corazones. No dependamos de estrategias humanas, dependamos del poder de Dios. El Espíritu Santo sigue actuando hoy, y seguirá siendo la garantía de que la iglesia permanezca firme hasta el día de la venida de Cristo.

En Tu nombre alzaré mis manos
Más grande que los cielos es Tu misericordia