Andad en el Espíritu

Vivir en el Espíritu es la lucha constante que cada cristiano tendrá hasta que vayamos a Cristo o Cristo venga a nosotros. No debemos caer en la falsa idea de que se trata de un camino fácil o libre de obstáculos, porque la realidad es que la carne nos hará constantemente ofertas que parecen atractivas, pero que buscan apartarnos de Dios. Esta batalla entre la carne y el Espíritu no es algo pasajero, sino un proceso diario en el que somos llamados a depender del Señor para mantenernos firmes.

El apóstol Pablo fue muy claro al enseñar sobre esta guerra interna que vive todo creyente:

16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.

17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.

18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.

Gálatas 5:16-18

En el verso 16, Pablo no nos presenta una opción o un simple consejo, sino una orden firme: “Andad en el Espíritu”. Esto significa que cada decisión que tomamos debe estar bajo la guía de Dios y no bajo nuestros impulsos carnales. Los deseos de la carne —tales como la ira, los celos, la envidia, la inmoralidad sexual, las enemistades y el egoísmo— son presentados como enemigos de nuestra vida espiritual. El verso 17 refuerza esta verdad al enseñarnos que estos deseos se oponen directamente a la voluntad de Dios y, por tanto, nos mantienen en una constante tensión espiritual.

Pablo describe con precisión esta realidad: dentro de nosotros coexisten dos naturalezas opuestas, y de esa confrontación surge nuestra lucha. No podemos ignorarla, ni tampoco pensar que venceremos en nuestras propias fuerzas. Aquí es donde entra en acción la gracia de Dios. Solo cuando nos rendimos a la dirección del Espíritu Santo podemos tener la victoria y experimentar una vida que agrada a nuestro Señor.

Ahora bien, ¿cómo podemos salir victoriosos en una lucha tan intensa y espiritual como esta? La clave está en cultivar diariamente una vida guiada por el Espíritu Santo. Esto implica orar con constancia, leer y meditar en la Palabra de Dios, congregarnos con otros creyentes, y mantener una vida de obediencia y consagración. Cuando dedicamos tiempo a lo espiritual, de manera automática estamos negando a la carne su influencia sobre nosotros. No se trata simplemente de reprimir malos deseos, sino de llenarnos de lo bueno que viene de Dios, de modo que lo carnal pierda fuerza en nosotros.

El creyente que vive en el Espíritu desarrolla el fruto que Pablo menciona más adelante en Gálatas 5: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Estos frutos son la evidencia de una vida gobernada por Dios, y son también la respuesta a los deseos destructivos de la carne. Mientras que la carne lleva a muerte y destrucción, el Espíritu lleva a vida y paz.

No podemos olvidar que esta batalla no es solitaria. Dios mismo ha prometido fortalecernos con su Espíritu para que podamos resistir. Cuando parece que no podemos más, su gracia nos sostiene. Cuando la tentación es fuerte, Él nos da una salida. Y cuando caemos, su perdón y restauración están disponibles si venimos a Él con arrepentimiento sincero. La victoria no depende de nuestras fuerzas humanas, sino de Cristo en nosotros.

Conclusión: Vivir en el Espíritu es un llamado a caminar diariamente bajo la dirección de Dios, rechazando los deseos de la carne que buscan apartarnos de la vida abundante en Cristo. No es una tarea fácil, pero sí posible gracias al poder del Espíritu Santo que mora en nosotros. Por eso, en lugar de confiar en nuestras propias fuerzas, aprendamos a depender de Dios, a buscarlo en oración, a alimentarnos de su Palabra y a dejar que su Espíritu gobierne nuestras decisiones. De esa manera podremos experimentar la verdadera libertad y la victoria que Cristo ganó para nosotros en la cruz.

A quién realmente debemos temer
Que el Señor os dé espíritu de sabiduría