Algo que siempre debemos tener muy claro es que la Biblia nos habla de que habrían «falsos profetas» y debemos tener sumo cuidado con eso, pues en nuestro tiempo se han levantado muchos diciendo incluso que son la reencarnación de Jesús, y hasta muchos han sido arrastrados a sus falsedades. La advertencia no es algo nuevo, sino una verdad que el Señor, por medio de sus siervos, dejó registrada para que la iglesia permanezca firme y no sea movida por vientos de doctrinas extrañas.
El apóstol Juan dijo:
1 Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo.
2 En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios;
3 y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo.
1 Juan 4:1-3
El consejo del apóstol es directo y claro: “no creáis a todo espíritu”. Esto significa que los creyentes no debemos aceptar cualquier enseñanza ni palabra profética sin discernimiento. La fe cristiana no es crédula ni ingenua, sino que se fundamenta en la verdad de las Escrituras. Por eso se nos manda a probar los espíritus, es decir, a examinar, a contrastar, a medir lo que se dice con la Palabra de Dios. Quien rechaza que Cristo es el Hijo de Dios encarnado ya se encuentra en el terreno del engaño, aunque hable con apariencia de espiritualidad.
Un principal identificador de un falso profeta es robar la gloria a Cristo, escuchar espíritus engañadores y desviar a las multitudes de la centralidad del evangelio. Ejemplo de esto lo vemos en tiempos de catástrofes naturales, pandemias o guerras: siempre surgen voces que pretenden tener revelaciones exclusivas de parte de Dios, y rápidamente miles de personas comienzan a compartir sus mensajes en redes sociales. Sin embargo, la Escritura nos dice que no debemos andar creyendo todo lo que escuchamos, sino volver a la Palabra de Dios, que es la guía segura e inmutable para nuestras vidas.
Otra manera de identificar a alguien que no viene de Dios es cuando niegan las verdades fundamentales del evangelio. Si un líder religioso rechaza la deidad de Cristo, su encarnación, su resurrección, su vida sin pecado o su sacrificio redentor, entonces está predicando otro evangelio. Y como dijo el apóstol Pablo, “si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gálatas 1:8). La fidelidad a Cristo es la prueba que distingue lo verdadero de lo falso.
Por eso, amados hermanos, estas palabras deben servirnos de alerta espiritual. No se trata de vivir con miedo, sino de vivir con discernimiento, probando todo a la luz de la Escritura y reteniendo lo bueno. La iglesia necesita más que nunca hombres y mujeres que conozcan la Palabra, que puedan identificar el error y mantenerse firmes en la verdad.
Conclusión
En un mundo lleno de voces y de aparentes profetas, la voz más segura sigue siendo la de nuestro Señor a través de las Escrituras. No nos dejemos arrastrar por palabras emocionales ni por supuestas revelaciones humanas que buscan confundir al pueblo de Dios. Guardemos en nuestro corazón la verdad de que Jesucristo vino en carne, murió, resucitó y volverá en gloria. Él es el centro de nuestra fe, y a Él le pertenece toda la gloria. Permanezcamos firmes, discerniendo con sabiduría, y confiando en que el Espíritu Santo nos guiará a toda verdad.