Un mismo sentir según Cristo Jesús

La Biblia repetidas veces nos dice que debemos tener un mismo sentir como pueblo de Dios, el cual es el sentir del Cristo mismo. Pues, bien sabemos que un reino dividido no puede permanecer, de la misma manera el cuerpo de Cristo dividido tampoco puede permanecer.

El apóstol Pablo dijo a los Romanos:

4 Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.

5 Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús,

6 para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

Romanos 15:4-6

Todo lo que se encuentra en la Biblia es útil para nosotros, nos puede enseñar, volver al buen camino, enseñarnos qué debemos cambiar, cómo debemos proceder, etc, y a través de toda la Biblia podemos tener plena confianza en Dios.

En el verso 5 Pablo dice un «pero», y luego inclina una oración pidiendo que el Dios de paciencia dé un mismo sentir según Cristo Jesús. Amado lector, ¿recuerdas cómo la iglesia primitiva estaba unida en un mismo sentir? Eso les hizo prosperar y ser una iglesia modelo para nosotros, y lo cierto es que debemos perseguir eso, no mirar nuestros propios intereses, sino tener la mente de Cristo y ser una iglesia unida.

Debemos estar armados de un mismo sentir, el cual es exaltar, adorar el nombre de Dios todos juntos, porque para eso hemos sido creados y llamados.

La importancia de la unidad en la iglesia

Cuando cada miembro del cuerpo de Cristo decide caminar en unidad, se abre una puerta poderosa para que la presencia de Dios se manifieste de manera especial. Una iglesia dividida pierde fuerzas y se debilita, pero una iglesia que habla, piensa y camina bajo un mismo propósito, avanza con firmeza. La unidad no significa que todos pensemos exactamente igual en temas secundarios, sino que compartimos la misma fe, la misma esperanza y el mismo amor que proviene de Cristo.

Ejemplo de la iglesia primitiva

El libro de los Hechos nos muestra que los primeros cristianos estaban unánimes, perseverando en la oración y en la doctrina de los apóstoles. Esa comunión les permitió experimentar milagros, crecimiento y fortaleza en medio de la persecución. Ellos compartían lo que tenían, se cuidaban mutuamente y vivían como una verdadera familia espiritual. Esa misma actitud es la que Pablo recalca en sus cartas, animando a cada creyente a dejar el egoísmo y a mirar por el bien común.

Cómo vivir en un mismo sentir

Para alcanzar esa unidad, es necesario practicar la humildad. El apóstol también dijo en Filipenses que debemos estimar a los demás como superiores a nosotros mismos. Esto nos invita a renunciar al orgullo y a la competencia, para abrazar la empatía, el perdón y la comprensión. Cuando aprendemos a escucharnos, a orar unos por otros y a buscar la voluntad de Dios en comunidad, entonces alcanzamos ese mismo sentir que Pablo describe.

También es importante recordar que la unidad no se logra con nuestras fuerzas humanas, sino a través de la obra del Espíritu Santo. Él es quien produce en nosotros el fruto de amor, gozo, paz y paciencia, virtudes necesarias para mantener relaciones sanas dentro del cuerpo de Cristo. Sin el Espíritu Santo, la iglesia se convierte en un simple grupo humano; pero con su guía, se transforma en un instrumento vivo de gloria para Dios.

Conclusión

El llamado es claro: debemos caminar juntos como un solo cuerpo, con un mismo sentir en Cristo Jesús. La iglesia no es un lugar de competencia, sino un espacio de servicio, amor y adoración. Así como Pablo oraba por los romanos, también debemos orar unos por otros para que Dios nos dé paciencia, consolación y unidad. Si logramos vivir de esta manera, no solo seremos fortalecidos como comunidad, sino que nuestro testimonio impactará al mundo, mostrando que verdaderamente somos discípulos de Cristo. Que cada uno de nosotros, con un corazón sincero, pueda unirse a esa voz unánime que glorifica al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

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