Temas como el diezmo y las ofrendas son de los más mencionados en toda la comunidad cristiana, y esto es debido muchas veces a la ambición de ciertos líderes y otras veces al sistema de creencias que se ha formado en torno a ellos. Sea cual fuere la razón (avaricia o tradiciones humanas), debemos tener claro que aquellos que no ofrendan no están bajo ninguna maldición. La Escritura jamás enseña que la salvación, la bendición o la misericordia de Dios dependan de la cantidad de dinero que demos. Nuestras bendiciones están aseguradas en Cristo Jesús por lo que Él hizo en la cruz y no por lo que nosotros aportamos con nuestras manos.
Para ilustrar la confusión que existe en este tema, presento un mensaje de un usuario que comparte la experiencia que vive en su congregación:
Estoy asistiendo a una iglesia evangélica y nos dicen que si uno no da las ofrendas después de agarrar los sobres le caen maldiciones, y que cuando uno pacta debe hacerlo por todo o sino no se darán los milagros.
Ya me tienen traumatizada porque todo el tiempo inventan algo distinto y sacan y sacan sobres y uno se siente mal porque no tiene para dar tantas ofrendas. Gracias de ante mano por su ayuda.
La atadura principal de esta doctrina falsa está en frases como: «si no ofrendas o pactas, estarás bajo maldición; el Señor no te bendecirá; no verás milagros». Tales declaraciones, repetidas semana tras semana, pueden turbar a aquellos que no tienen un buen conocimiento bíblico sobre el tema. Al final, sienten que no tienen otra opción más que hacerlo, aunque sus recursos económicos sean limitados, y terminan ofrendando bajo presión, tristeza o miedo. Esto contradice por completo el espíritu del Evangelio, que es libertad, gracia y amor.
La pregunta clave es: ¿hay algún versículo en la Biblia que diga que si no ofrendamos Dios nos va a maldecir? La respuesta es un rotundo no. La bendición de Dios no depende de lo que nosotros damos, sino de lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz del Calvario. Jesús pagó el precio completo de nuestra salvación y nos redimió de toda maldición (Gálatas 3:13). Pretender que nuestras ofrendas son un requisito para ser bendecidos es negar la suficiencia del sacrificio de Cristo.
Esto no significa que ofrendar sea algo negativo. La Biblia enseña con claridad que debemos ofrendar, pero no bajo presión ni manipulación, sino por amor y gratitud a Dios. Ofrecerle algo de lo que tenemos debe ser un acto voluntario, genuino y lleno de alegría. La ofrenda no compra bendiciones, sino que refleja un corazón agradecido que reconoce que todo lo que tiene proviene del Señor.
El apóstol Pablo lo expresó con gran claridad en su carta a los corintios:
Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.
2 Corintios 9:7
Este versículo es clave. Nos enseña que la ofrenda no debe ser motivada por la presión de un líder ni por la manipulación de una doctrina errada. Debe salir de un corazón que ha entendido la gracia de Dios y que responde con gratitud. Dios no necesita nuestro dinero, pues Él es dueño del oro y de la plata; lo que Él quiere es nuestro corazón. Cuando damos con alegría, no solo mostramos gratitud, sino que aprendemos a confiar en que Dios es nuestro proveedor fiel.
Conclusión: Ningún creyente debe sentirse bajo maldición por no ofrendar. La verdadera motivación para dar no es el miedo, sino el amor. Recordemos siempre que nuestra bendición no depende de lo que podamos entregar, sino de lo que Cristo ya entregó por nosotros. Demos con libertad, demos con gozo, y sobre todo, vivamos confiados en que la gracia de Dios es suficiente para sostenernos en todo tiempo.