En estos días Dios te sigue amando

Estamos en tiempos difíciles, momentos muy fuertes. Estamos viviendo algo que ninguno de nosotros había visto en nuestra corta existencia. Pero, ¿será eso motivo para pensar que ya Dios no nos ama? Querido lector, en tiempos como estos, quiero recordarte que el amor de Dios por su creación no ha disminuido, sino que Él nos sigue amando con el mismo amor.

La Biblia dice que Dios tuvo un inmenso amor por la humanidad, y Juan le llama a este amor «de tal manera nos amó Dios», dando a entender que ese amor iba más allá de lo que él podía pensar o asimilar, ese amor de Dios iba más allá de la comprensión de Juan, y cuando pienso en el sacrificio de Cristo en la cruz pienso lo mismo, y es que no cabe en mis pensamientos como yo siendo tan malo, aún así Dios me amó de tal manera que entregó a su Hijo a muerte de cruz por mí.

La Biblia nos dice que el amor de Dios por nosotros es primero que el de nosotros por Él. Es decir, nosotros, en nuestra humanidad nunca habíamos amado a Dios sino porque Él nos amó primero:

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.

1 Juan 4:10

La clave del amor de Dios está en que siendo nosotros pecadores Él nos ha amado. Amigos, sinceramente no merecíamos ese amor, y aún así Él nos ama. No debemos pensar un solo segundo que ese amor se ha reducido en estos días, ¡Dios nos sigue amando!

La Biblia también nos enseña:

Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

Romanos 5:8

Oh queridos amigos, que la esperanza en un Dios perdonador y de amor siga permaneciendo en nosotros y sigamos esperando en Él, en su inmensa gracia. ¡Dios nos ama!

El amor de Dios en medio de la adversidad

Muchas veces los problemas, las enfermedades o las crisis mundiales nos hacen pensar que Dios se ha olvidado de nosotros. Sin embargo, la Palabra nos muestra que incluso en los tiempos más oscuros, el amor de Dios permanece intacto. Él no cambia, su naturaleza es amor, y por lo tanto su amor no depende de las circunstancias externas. Aunque el mundo se tambalee, Dios sigue siendo el mismo, y su amor continúa firme como un refugio para quienes confían en Él.

En la historia bíblica vemos a hombres y mujeres que enfrentaron pruebas durísimas, pero el amor de Dios nunca los abandonó. Pensemos en José, vendido por sus hermanos; en David, perseguido por Saúl; o en los apóstoles, perseguidos por causa del evangelio. Todos ellos encontraron consuelo y esperanza en el amor de un Dios que no falla.

Un amor inmerecido pero real

El apóstol Pablo recalca que ese amor fue manifestado cuando éramos pecadores. Eso significa que no teníamos nada para ofrecer, no éramos dignos, pero aún así Dios decidió amarnos. Este es un mensaje que trae paz al corazón: no se trata de nuestras obras, sino de la gracia inmensa de Dios. Su amor es un regalo, y al recibirlo, somos transformados. Ya no vivimos en condenación, sino en la libertad de saber que somos aceptados y redimidos por la sangre de Cristo.

Esto debería motivarnos a caminar en gratitud todos los días, porque el amor de Dios no es una teoría, sino una experiencia viva que se manifiesta en la cruz y en cada detalle de nuestras vidas. Cada amanecer, cada respiración, cada oportunidad de levantarnos después de caer, es una muestra del amor constante de nuestro Señor.

Cómo responder a ese amor

Si Dios nos amó primero, lo natural es que nuestra respuesta sea amarlo a Él y a nuestro prójimo. Jesús dijo que el mayor mandamiento es amar a Dios con todo el corazón, y el segundo es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Amar a Dios implica obedecerle, confiar en Él y buscarle diariamente en oración y en su Palabra. Amar al prójimo significa mostrar compasión, perdonar y ser instrumentos de paz en un mundo herido.

Cuando entendemos la magnitud del amor divino, dejamos de vivir para nosotros mismos y comenzamos a vivir para Aquel que nos salvó. De esta manera, nuestro testimonio se convierte en un reflejo del amor eterno de Dios hacia quienes aún no lo conocen.

Conclusión

Querido lector, en medio de las pruebas y de los tiempos difíciles, recuerda que nada puede separarte del amor de Dios que es en Cristo Jesús. Su amor es eterno, no depende de lo que hagamos ni de lo que enfrentemos. Es un amor que permanece y que sostiene. Así que no permitas que la duda o el temor te roben la paz. Confía en Dios, descansa en su gracia y vive cada día agradecido por ese amor incomparable que te ha sido dado. ¡Dios sigue amando a su pueblo con un amor inmutable y eterno!

Los justos heredarán la tierra
¿Qué debe hacer un cristiano ante la nueva pandemia?