En Dios está acallada mi alma, de Él viene mi salvación

Dios es nuestro salvador, nos diseñó desde ante de la fundación del mundo y merece la gloria y la honra de toda su creación.

En Dios nos encontramos más que seguros, aunque vengan tormentas y dificultades, no desmayamos porque Dios nos sostiene y nos guarda día tras día, no hay muros ni barreras que nos detenga.

En todo momento debemos estar confiados y creer que su misericordia nos guiará y nos guardará siempre, porque no hay tinieblas que nos puedan hacer frente, su luz nos alumbra en valles de oscuridad, porque nuestras almas están acalladas en El Señor.

¿De quién viene la salvación sino de Dios? No hay otro en el cual podamos estar seguros. Solo Dios es quien nos da seguridad y permite ver su maravillosa salvación, esta salvación que nos llena de vida y confiamos en ella, porque fiel es Aquel del cual viene nuestra salvación.

En Dios solamente está acallada mi alma; De él viene mi salvación.
Salmos 62:1

Estas palabras son muy alentadoras, la expresión del versículo anterior nos motiva a confiar y a creer en su divina salvación.

Estas palabras podemos pronunciarlas con mucha seguridad, porque tendremos paz en el Señor. No creamos que las adversidades son más grandes que nuestro Dios que está delante de nosotros. A veces la duda nos puede visitar, pero si estamos seguros en el Señor, esa duda se ira rápido de tu vida.

Recordemos algo muy importante, debemos tener palabras de honra cada día para nuestro Señor, que cuando oremos podamos también mencionar y decir esta palabras de verdad, de peso, que con autoridad podamos decir «Oh Señor, de Ti viene mi gozo, mi refugio y mi salvación, porque solo en Ti está acallada mi alma, solo en Ti puedo confiar plenamente porque Tú eres el Dios de mi salvación».

La seguridad que tenemos en Dios es incomparable. El ser humano muchas veces busca refugio en las cosas materiales, en el dinero, en el poder o incluso en otras personas. Sin embargo, todos esos refugios son pasajeros y tarde o temprano se derrumban. En cambio, cuando confiamos en Dios, nuestra vida se fundamenta en la Roca eterna que jamás será movida. Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos, y por eso nuestra esperanza en Él no se ve defraudada.

Podemos ver en la historia bíblica cómo Dios libró a su pueblo en innumerables ocasiones. Pensemos en Moisés frente al Mar Rojo, cuando el pueblo creía que todo estaba perdido. Dios abrió camino donde no lo había, demostrando que para Él no existen barreras imposibles de derribar. De igual manera, hoy abre camino en nuestras vidas, aún en medio de las circunstancias más difíciles.

El salmista David también experimentó la salvación de Dios en los momentos de persecución y angustia. Aunque se levantaban ejércitos contra él, sabía que su confianza estaba puesta en el Señor. Esa misma confianza es la que hoy debemos abrazar, recordando que nada ni nadie puede arrebatarnos de la mano de Dios.

La salvación que Dios nos ofrece no es solo una promesa futura, sino una realidad presente. Cada día podemos experimentar su amor, su perdón y su cuidado. Esta salvación se manifestó de manera plena en Jesucristo, quien entregó su vida en la cruz para reconciliarnos con el Padre. No existe mayor demostración de amor y seguridad que esa.

Además, confiar en Dios trae paz a nuestras almas. En un mundo lleno de ansiedad, estrés y temor, saber que nuestras vidas están en las manos del Creador nos da descanso. Tal como dijo Jesús: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Ese descanso solo se encuentra en la salvación de Cristo.

Hoy más que nunca necesitamos recordar que en Dios está nuestra verdadera fortaleza. No permitamos que los problemas nos roben la fe ni que el enemigo siembre dudas en nuestros corazones. La Biblia nos enseña que somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó, y esa victoria se sostiene en la seguridad de su salvación.

En conclusión, solo en Dios está nuestra salvación. Él es el refugio seguro, el escudo que protege nuestras vidas y la esperanza que nunca falla. Cuando proclamamos sus promesas y confiamos en su Palabra, nuestras almas encuentran la paz que el mundo no puede dar. Agradezcamos cada día por tan grande salvación y vivamos confiados en que, pase lo que pase, estamos seguros en sus manos.

Clamé a Ti, oh Jehová; Dije: Tú eres mi esperanza
Razones por las cuales debes seguir los pasos de Jesús