Debemos estar preparados

La Palabra de Dios debe ser nuestro libro principal, el cual debemos estudiar arduamente para conocer más y más a Dios, y es que en la Biblia encontramos historias para cada situación y además, nuestro Señor Jesús también nos dejó parábolas que nos pueden hacer reflexionar en los días del fin, por ejemplo, la parábola de las diez vírgenes.

El pasaje de las diez vírgenes es uno de los más profundos y reveladores en cuanto a la preparación espiritual que cada creyente debe tener. No se trata solo de una historia o una ilustración, sino de una advertencia clara para todos los que dicen esperar al Señor. Jesús, a través de esta parábola, nos muestra la gran diferencia entre quienes viven atentos y preparados y quienes simplemente tienen una apariencia de espera, pero sin compromiso verdadero.

Mateo 25 nos habla de 10 vírgenes, cinco prudentes y cinco insensatas. Estas diez vírgenes tenían algo en común y es que todas estaban esperando al esposo, el problema es que solo cinco entendían que realmente el esposo vendría.

La diferencia entre ambos grupos es sumamente importante. Las prudentes se prepararon con aceite suficiente para mantener sus lámparas encendidas, mientras que las insensatas no tomaron previsión. Ese detalle del aceite simboliza la presencia del Espíritu Santo, la fe viva y la perseverancia en la vida cristiana. No basta con estar en el grupo de los que dicen esperar a Cristo, sino que es necesario vivir en una constante relación con Él.

Trasladar esta parábola a nuestros días es algo muy favorable, puesto que dentro de nuestras iglesias existen estos dos grupos y la gran pregunta es: ¿Estamos esperando realmente al Señor? Muchos dirían que sí, pero esto va más allá de un simple sí, en definitiva, ¿está llena de aceite nuestra lámpara para que recibamos al Señor?

Hoy en día, muchas personas asisten a los cultos, cantan, escuchan la predicación, pero no siempre cultivan una vida devocional en intimidad con Dios. El aceite que mantiene encendida la lámpara de nuestra fe no se consigue de un momento a otro, es fruto de la oración constante, del estudio de la Palabra, del servicio sincero y de la obediencia a la voluntad de Dios. Las insensatas quisieron obtener aceite en el último momento, pero ya era demasiado tarde.

Debemos estar preparados, pues Jesús finaliza esta parábola diciendo:

10 Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta.

11 Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos!

12 Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.

13 Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.

Mateo 25: 10-13

Debemos comprender que el cristianismo es algo serio. Las vírgenes imprudentes supuestamente estaban esperando al esposo, pero no estaban preparadas para recibirle. De la misma manera, debemos entender que no sabemos el día ni la hora en que ha de venir el Hijo de Dios, por lo cual, debemos estar preparados, buscando a Dios con todo nuestro corazón, para que no nos sorprenda su venida.

Este pasaje también nos invita a reflexionar sobre nuestra perseverancia. No se trata de comenzar con entusiasmo y después descuidar nuestra relación con Dios, sino de permanecer firmes hasta el final. El aceite en las lámparas nos recuerda la necesidad de una fe constante, de no conformarnos con lo superficial, sino de profundizar cada día más en el conocimiento y la obediencia a Cristo.

Por ello, cada creyente debe examinarse con sinceridad. ¿Está mi vida llena del aceite del Espíritu Santo? ¿Estoy viviendo de tal manera que, si Cristo viniera hoy, podría ir con Él? Estas son preguntas que no podemos tomar a la ligera, porque la venida del Señor será repentina y definitiva, y solo quienes estén preparados podrán entrar en las bodas del Cordero.

En conclusión, la parábola de las diez vírgenes es una advertencia y una exhortación a la preparación espiritual. Dios nos llama a velar, a no dormirnos, a mantener nuestra fe activa y viva. No sabemos el día ni la hora, pero sí sabemos que la promesa del regreso de Cristo es real. Por lo tanto, vivamos vigilantes, manteniendo nuestras lámparas encendidas con el aceite de la fe y del Espíritu Santo, para que, cuando llegue el Esposo, podamos entrar gozosos en sus bodas eternas.

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