Debemos aprovechar el tiempo y buscar a el Señor en todo momento, no despreciemos la gracia de Dios que es gratuita y que no tiene ningún costo porque Cristo murió en la cruz del calvario para que seamos salvos.
Dios es misericordioso y es una misericordia que dura para siempre, es eterna así como lo es nuestro Dios. Por eso todos los que están bajo esa misericordia de Dios, no deben desaprovecharla sino más bien aprovecharla al máximo, glorificando a Dios por esa hermosa obra con nosotros.
Misericordioso y clemente es Jehová;
Lento para la ira, y grande en misericordia.Salmos 103:8
Como dice el versículo que acabamos de leer, nuestro Dios es clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, pues la ira de Dios llegará en un momento cuando muchos ya se hayan cansado de rechazar su misericordia.
Es bueno todo lo que el Señor dice que es en su Palabra. Dios no miente, en realidad tiene misericordia de todos, pero recordemos que debemos buscarle y acercarnos a Él, el Señor mantiene su Palabra por encima de todo.
Debemos creerle solo a Él, a Dios y sus Palabras fieles y verdaderas, grande en bondad y misericordia, la cual está sobre nosotros todos sus sugeridores, aquellos que le buscan, que andan en integridad.
Es mejor que busquemos a Dios y recibamos la misericordia de Él, antes que la ira pueda venir sobre nosotros, por eso aprovechemos este maravilloso tiempo donde Él nos ha llamado para que le sigamos y para que aprendamos sus Palabras, porque así conoceremos que Dios es el único amable, clemente, misericordioso y fiel Dios.
La gracia de Dios es un regalo invaluable, y por eso no podemos quedarnos indiferentes ante tan grande muestra de amor. El sacrificio de Cristo en la cruz abrió las puertas de la salvación, y hoy tenemos libre acceso al trono de la gracia. Esta es una oportunidad que no debemos dejar pasar, porque cada día que vivimos es un día menos en el que podemos arrepentirnos y buscar a Dios con sinceridad.
El apóstol Pablo nos recuerda que hoy es el día de salvación, porque mañana no está garantizado. Muchas personas posponen su entrega a Dios esperando un mejor momento, pero la realidad es que no hay un tiempo más perfecto que el presente. La misericordia de Dios está disponible ahora mismo, y debemos responder con fe y obediencia.
Cuando entendemos que la misericordia de Dios es inmerecida, nuestro corazón se llena de gratitud. No somos salvos por méritos propios ni por obras humanas, sino porque Dios decidió amarnos aun en medio de nuestras debilidades. Esta verdad nos invita a vivir con humildad, reconociendo que sin el Señor nada podemos hacer.
La misericordia de Dios no solo se limita al perdón de pecados, sino que también se manifiesta en la paciencia con la que Él nos guía. Cada día somos testigos de cómo Dios extiende Su mano para levantarnos, corregirnos y darnos nuevas oportunidades. Aunque fallemos, Él permanece fiel, y esto es una razón poderosa para buscarlo con más empeño.
Así como Dios es lento para la ira, nosotros también debemos aprender a imitar Su carácter en nuestras relaciones. La misericordia que recibimos debe reflejarse en cómo tratamos a los demás. El creyente que ha experimentado la bondad de Dios no guarda rencor, sino que extiende perdón, porque entiende que el amor cubre multitud de faltas.
El llamado es claro: no endurezcamos nuestro corazón. Dios es amoroso, pero también es justo, y llegará un día en que Su misericordia dará lugar al juicio. Por eso, aprovechar el tiempo significa vivir en obediencia, dedicando nuestras fuerzas a lo eterno y no a lo pasajero. Mientras tengamos vida, tenemos la oportunidad de acercarnos a Dios.
Finalmente, recordemos que la misericordia de Dios es la que nos sostiene en cada etapa de nuestra vida. No importa cuán grandes sean nuestras luchas o dificultades, siempre habrá un espacio en Su presencia para descansar y renovar nuestras fuerzas. Que cada día podamos valorar este regalo divino, y con un corazón agradecido exaltemos al Dios de amor, el único digno de toda gloria.