Mejor es un bocado seco, y en paz

Una familia con su granero bien bendecido, sin que le haga falta nada, cuyos hijos tienen de todo y en cuya casa hay abundancia, podría ser considerada como un hogar próspero. Sin embargo, la Biblia nos recuerda que las bendiciones materiales no son suficientes si en el hogar no reina la paz. El proverbista fue claro al enseñar que, aunque se posean riquezas, provisiones y abundancia, si la paz no está presente, todo pierde valor. La abundancia sin paz se convierte en un peso, y las provisiones, en motivo de pleito. En cambio, la paz convierte lo poco en suficiente y en fuente de gozo verdadero.

La paz es indispensable en la vida del ser humano, y especialmente dentro del núcleo familiar. De nada sirve tener comida en la mesa, un buen techo y muchas provisiones si el ambiente está cargado de contiendas, discusiones y resentimientos. Un hogar donde cada conversación termina en pleito o donde siempre hay gritos, difícilmente puede ser llamado bendecido. Por eso el proverbista nos exhorta a que busquemos la paz como un tesoro mucho más valioso que la abundancia material. Cuando la paz está presente, incluso lo poco que tenemos se disfruta con gratitud y alegría.

El orden y el equilibrio son herramientas que ayudan a cultivar la paz en el hogar. Si somos ordenados en lo que tenemos y en lo que hacemos, podremos experimentar la bendición de Dios de una manera integral. El desorden en nuestras prioridades, en nuestras palabras y en nuestras actitudes abre la puerta a la contienda. Por eso es importante que cada miembro de la familia aprenda a buscar la paz, y que como creyentes seamos los primeros en sembrarla, dando testimonio a nuestros hijos y nietos de que la verdadera bendición no se mide por las cosas materiales, sino por la tranquilidad y el amor que reinan en la casa.

Muchos padres se enfocan únicamente en proveer bienes materiales, en asegurarse de que nunca falte comida ni vestido. Y aunque esa responsabilidad es buena y necesaria, no debe ser la única prioridad. Si hay abundancia pero no hay amor ni paz, los hijos crecerán con un vacío interior que ningún bien terrenal podrá llenar. Además, verán las contiendas en el hogar como algo normal y reproducirán ese patrón en sus propias familias. Así se perpetúa una cadena de hogares con abundancia material pero pobres en lo más esencial: la paz que solo Dios puede dar.

El libro de Proverbios nos ofrece esta joya de sabiduría que debemos grabar en nuestros corazones:

Mejor es un bocado seco, y en paz,
Que casa de contiendas llena de provisiones.

Proverbios 17:1

Este versículo nos enseña que lo más importante no es cuánto tenemos, sino cómo vivimos con lo que tenemos. La verdadera bendición no está en los graneros llenos, sino en un hogar donde reina la paz de Cristo. No es la cantidad de alimento en la mesa lo que da satisfacción, sino la unidad y la armonía entre quienes se sientan alrededor de ella. Una comida sencilla, compartida en paz y amor, vale más que un banquete lleno de conflictos.

Debemos aprender a valorar la paz por encima de las riquezas. La paz en el hogar es reflejo de la paz que Dios produce en nuestros corazones. Si Cristo habita en nosotros, entonces podremos reflejar esa paz en nuestras palabras, en nuestras acciones y en nuestras relaciones familiares. Al contrario, si dejamos que el orgullo, la ira o el egoísmo dominen nuestras vidas, por más abundancia que tengamos, siempre habrá contiendas.

Los consejos del proverbista son palabras inspiradas por Dios para enseñarnos a vivir de manera sabia. Ellos nos recuerdan que la verdadera prosperidad incluye paz, amor y unidad. La abundancia material puede desaparecer de un momento a otro, pero la paz de Dios permanece para siempre en aquellos que confían en Él. Por eso, más que pedir riquezas, debemos pedir al Señor que llene nuestro hogar de su paz. Esa paz que sobrepasa todo entendimiento y que guarda nuestros corazones en Cristo Jesús.

Amados hermanos, busquemos la paz en nuestros hogares. Seamos intencionales en sembrarla con palabras de amor, con paciencia, con perdón y con mansedumbre. No permitamos que la contienda gobierne nuestras casas. Recordemos que mejor es un bocado seco en paz, que una mesa llena de abundancia en medio de pleitos. Vivamos de manera que nuestros hijos y nietos aprendan que la paz es un regalo divino, más valioso que cualquier provisión terrenal. Así nuestro hogar reflejará la gloria de Dios y será un ejemplo para otros de que la verdadera bendición no está en lo material, sino en la paz que Cristo nos da.

Los que rechazan la sabiduría, se pierden de una buena joya
Jesús prometió que no nos dejaría solos