Esto no es un tema cliché, para nada, puesto que esta obra de Dios de hacer grandezas con cosas pequeñas también comienza con nosotros, de cómo Dios ha demostrado su grandeza transformándonos y haciéndonos nuevas criaturas. Gloria damos a Dios porque Él no es un Dios que desecha lo pequeño, sino que de lo pequeño hace cosas grandes y poderosas.
“Las cosas pequeñas no siempre son despreciables. Todo depende de las manos que las sostengan.” (Taylor)
Esta frase es una verdad a la que debemos prestar mucha atención y vamos a entender su magnífico significado a través de la siguiente historia bíblica:
Juan capítulo seis nos narra la historia de que a Jesús le seguía una gran multitud, la cual le había seguido desde temprano escuchando sus palabras y viendo sus grandes milagros. Ya esta multitud estaba exhausta, y obviamente tenían hambre. Ellos se encontraban en una parte desierta, lo que quiere decir que no había donde comprar o pescar.
En esta historia también es importante ver cómo Jesús se preocupa por los suyos. Jesús le preguntó a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman estos? Eran unas cinco mil personas sin contar a las mujeres y niños. La Biblia nos relata que Jesús quería probar a Felipe, puesto que de antemano ya sabía el gran milagro que haría en aquel lugar.
Para Felipe era simplemente imposible poder sustentar a una multitud tan grande en el desierto, y esto, sabiendo que Jesús era poderoso para hacer milagros. A nosotros nos pasa igual, sabemos que Jesús es poderoso, pero en medio de alguna situación adversa se nos olvida que Él es realmente poderoso.
Veamos lo que pasa a continuación:
8 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo:
9 Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?
Juan 6:8-9
A sinceridad no sabemos si esto fue un chiste de parte de Andrés, puesto que estamos hablando de más de cinco mil personas, pero para sorpresa de todos y de usted que está leyendo ahora, para Jesús esto representó lo que Él haría, el gran milagro de la multiplicación. Fíjese bien que solo eran cinco panes de cebada (la cebada era lo peor de lo peor) y solo dos «pececillos», o sea, ese niño tenía cebada y dos peces sumamente pequeños para más de cinco mil personas. ¿Qué haría usted con eso? En nuestras manos ciertamente eso no representa nada, pero en las manos de Jesús representa mucho:
Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían.
Juan 6:11
¡Grandioso milagro este! Hermanos míos, Jesús es realmente poderoso, no lo dudes, hay cosas que para nosotros no tienen valor y no podemos hacer nada con ellas, pero en las manos de Dios todo cambia. Él es realmente poderoso.
Este relato nos deja una gran enseñanza: Dios no necesita de grandes recursos para obrar, solo requiere corazones dispuestos a confiar en Él. A veces pensamos que no tenemos suficiente talento, dinero o fuerzas para enfrentar ciertas pruebas, pero Dios nos muestra que aun con lo poco que tengamos, si lo entregamos en Sus manos, Él hará maravillas. El muchacho solo puso a disposición lo que tenía, aunque parecía insignificante, y Jesús lo convirtió en abundancia para miles de personas.
Muchas veces vivimos subestimando lo poco que poseemos. Creemos que nuestras palabras no tienen peso, que nuestro servicio en la iglesia es mínimo o que nuestras oraciones son demasiado cortas. Sin embargo, la Biblia nos recuerda que Dios se glorifica precisamente en lo pequeño, porque así queda en evidencia que la grandeza proviene de Él y no de nosotros. Cuando dejamos que Dios obre con lo poco que tenemos, descubrimos que su poder es ilimitado y que nada es demasiado pequeño para ser usado en Sus planes.
Un detalle importante es que Jesús dio gracias antes de repartir los panes y peces. Este gesto nos enseña a valorar lo poco que tenemos y a ser agradecidos con Dios en todo momento. La gratitud abre la puerta para que la bendición de Dios se multiplique en nuestra vida. Muchas veces nos quejamos de lo poco que tenemos, en lugar de agradecer por ello. Si comenzamos a dar gracias en lo pequeño, veremos cómo el Señor lo transforma en algo grande.
Otro punto clave es que el milagro ocurrió mientras los discípulos servían a la multitud. Jesús no repartió directamente, sino que puso en las manos de Sus discípulos el pan y el pescado. Esto nos recuerda que somos instrumentos en las manos de Dios para bendecir a otros. Lo poco que tenemos se multiplica cuando lo usamos para servir y compartir con los demás.
Esta historia también es un llamado a confiar más en Dios. Felipe pensaba en términos humanos, en costos y en imposibilidades. Andrés vio lo insuficiente de la provisión. Pero Jesús vio la oportunidad de glorificar al Padre. Nosotros también debemos aprender a ver las circunstancias no con nuestros ojos limitados, sino con los ojos de la fe, sabiendo que Dios siempre tiene el control.
Conclusión
La multiplicación de los panes y peces nos recuerda que no importa cuán pequeños o insuficientes nos sintamos, en las manos de Dios todo cobra valor y propósito. Él puede tomar lo poco que tenemos y convertirlo en abundancia para nosotros y para los demás. No despreciemos lo pequeño, más bien confiemos en que Dios puede hacer cosas grandes con lo que parece insignificante. Así como aquel muchacho puso sus panes y peces en manos de Jesús, pongamos también nuestra vida y lo poco que tenemos en Sus manos, porque allí es donde se obran los verdaderos milagros.

