Dios, el creador del universo

El hombre siempre ha estado en búsqueda para explicar el origen de las cosas. A lo largo de la historia, las civilizaciones han formulado diferentes teorías sobre cómo comenzó todo. Algunos lo han hecho a través de la filosofía, otros desde la ciencia, y otros desde la fe. Sin embargo, nunca han logrado ponerse completamente de acuerdo, y las discusiones persisten hasta hoy. Dos de las teorías más conocidas son: 1) El big bang, que sostiene que todo el universo fue creado a partir de una explosión cósmica hace millones de años, y 2) la enseñanza bíblica de que Dios creó todo lo que existe con el poder de Su Palabra. Para los creyentes en Jesucristo, la segunda no es simplemente una teoría, sino la verdad absoluta revelada por el mismo Dios en las Escrituras.

La Biblia declara que Dios es el creador de la tierra

En el principio creó Dios los cielos y la tierra.

Génesis 1:1

El primer versículo de la Biblia no deja lugar a dudas. Desde el inicio, la Escritura establece que el universo no es producto del azar, ni de una explosión, ni de una coincidencia cósmica, sino de un Creador eterno, todopoderoso y soberano. Esta afirmación de Génesis 1:1 nos recuerda que todo lo que vemos y lo que no vemos tiene un origen en Dios. Cada estrella en el firmamento, cada montaña majestuosa, cada océano inmenso y cada ser humano son obra de Sus manos.

La Biblia también lo reafirma en otros pasajes, recordándonos que no hay creación sin Creador. Isaías escribe:

Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.

Isaías 66:2

No tenemos duda de que nuestro Dios y Señor Jesucristo es el creador absoluto de toda la existencia. No importa cuántas teorías escuchemos por ahí, ninguna podrá borrar la verdad revelada en las Escrituras. Por eso los cristianos nos mantenemos firmes en esta convicción. El rey David lo expresó con asombro al contemplar la obra de Dios:

3 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste,

4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?

Salmos 8:3-4

David nos muestra aquí dos cosas: la grandeza del Creador y la pequeñez del hombre. El universo mismo proclama la gloria de Dios, y al mismo tiempo nos recuerda que, siendo tan pequeños en comparación con la vastedad del cosmos, Dios aún se acuerda de nosotros. Esta es una muestra del amor y cuidado del Señor hacia Su creación.

Algunos podrían decir que es más lógico creer en procesos naturales, en casualidades o en fenómenos físicos. Sin embargo, incluso la ciencia moderna reconoce que «de la nada, nada sale». Siempre debe haber una causa, un origen. Y los creyentes afirmamos que esa causa primera es Dios mismo. Él es el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el que sostiene todas las cosas con el poder de Su palabra.

Hay una frase que dice: «Es más fácil creer que no creer». Y esto es cierto cuando entendemos que negar a Dios como creador lleva a un sinfín de contradicciones. Aquellos que rechazan la idea de un Creador terminan enredándose en argumentos que ni ellos mismos pueden probar. Mientras tanto, los hijos de Dios podemos afirmar que creemos en el Creador no solo porque la Biblia lo dice, sino porque lo hemos experimentado en nuestras vidas. Dios no solo creó los cielos y la tierra, sino que también nos ha transformado internamente. Él ha cambiado nuestro corazón de piedra en un corazón sensible y dispuesto a amar, perdonar y servir.

En última instancia, nuestra fe en Dios como Creador no depende de las pruebas científicas ni de los argumentos filosóficos, aunque estos puedan reforzarla. Nuestra fe se sostiene en la revelación divina y en el testimonio personal de cómo Dios ha intervenido en nuestras vidas. Podemos mirar el cielo estrellado, el mar inmenso o la complejidad de una flor y reconocer la huella del Diseñador. Pero, más aún, podemos mirar dentro de nosotros mismos y recordar que solo el poder de Dios pudo transformar nuestro corazón pecador en un corazón nuevo.

Por eso, amados hermanos, no dejemos que las dudas del mundo apaguen nuestra fe. Creemos en un Dios creador, todopoderoso y eterno. Y al creer en Él, no solo reconocemos el origen del universo, sino que también recibimos un propósito para nuestra vida. No fuimos creados por casualidad, sino por amor. Y ese mismo Dios que formó los cielos y la tierra, hoy quiere seguir obrando en nosotros, guiándonos y dándonos vida en abundancia.

No habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor
La Palabra de Dios es aliento a nuestro espíritu