En una ocasión, en un estudio bíblico de la iglesia, pregunté a los allí congregados: ¿qué significa la palabra gracia? Todo el mundo respondió que es un regalo inmerecido de Dios. La respuesta parece correcta, pero técnicamente no lo es, ya que nunca pregunté el significado de la gracia de Dios, que sería totalmente diferente. Si definimos la palabra gracia por sí sola, vendría siendo un favor dado a nosotros que no merecemos, en general, en cualquier contexto, sea cristiano o no.
Es importante que entendamos esto: existen palabras que deben ser definidas por sí mismas y que el toque final se las dará el contexto en el que se esté hablando. Así, por ejemplo, “gracia” puede usarse en el lenguaje común para hablar de cortesía, favor o simpatía, pero cuando la Biblia habla de la gracia de Dios, le otorga un significado espiritual único y mucho más profundo. Lo mismo ocurre con otros términos fundamentales para la fe cristiana, como lo es la “sana doctrina”.
Pregunto hoy, ¿qué es sana doctrina? Esto dependerá en gran medida del contexto en el que te encuentres, pero la realidad es que, si hablamos bajo el contexto de la fe cristiana, hay un solo significado verdadero, independientemente de cuál sea nuestra opinión humana. La sana doctrina no es lo que cada iglesia quiera inventar ni lo que las tradiciones humanas quieran imponer, sino lo que la Palabra de Dios enseña en su plenitud.
Cuando pensamos en algo «sano» creemos en algo que está funcionando correctamente. Un ejemplo práctico puede ser el mismo cuerpo humano: si estamos sanos, es porque no tenemos ninguna enfermedad, y eso hace que nuestro cuerpo tenga un buen funcionamiento. Si un órgano falla, el cuerpo entero se resiente. De la misma manera, si una enseñanza se corrompe, toda la iglesia puede ser afectada.
Por otro lado, la palabra doctrina no es más que un conjunto de ideas, pensamientos y principios. Entonces, cuando unimos ambos términos, estaríamos diciendo que «sana doctrina» es un conjunto de ideas, pensamientos y principios sanos. Pero como he dicho anteriormente, nuestro contexto es el cristianismo. Entonces, diríamos que sana doctrina es todo el pensamiento bíblico en su esencia, sin quitar, sin poner, todas aquellas ideas escritas en su pleno contexto. Así como el cuerpo debe estar libre de enfermedad para estar sano, la doctrina debe estar libre de errores humanos para ser verdaderamente sana.
Pablo escribió a Timoteo sobre la sana doctrina, diciendo que vendría el tiempo cuando los hombres no querrán escuchar la sana doctrina, o sea, no querrán escuchar lo que dice la Biblia. Y le exhorta de manera directa a predicar con valentía y constancia, porque el peligro de alejarse de la Palabra es real y afecta la vida espiritual de muchos.
2 que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.
3 Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias,
4 y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.
2 Timoteo 4:2-4
Hay quienes tienen una falsa definición de lo que es una sana doctrina, ya que lo asocian con doctrinas creadas por hombres, con reglas externas o con interpretaciones privadas. Sin embargo, a lo que el apóstol Pablo se está refiriendo aquí está lejos de una doctrina meramente humana. Pablo está hablando de la doctrina bíblica, la cual fue enseñada primero por Cristo y luego proclamada fielmente por los apóstoles. Esta enseñanza no depende de modas ni de visiones pasajeras, sino que está anclada en la Palabra eterna de Dios.
Y Pablo está diciendo que llegaría un tiempo cuando los hombres no querrán escuchar lo que dice la Biblia. Un tiempo donde preferirán vivir de supuestas visiones, sueños y experiencias emocionales, más allá aún, un tiempo donde querrán vivir del cuento, del entretenimiento, de fábulas que halagan los oídos pero que no edifican el alma. Ese tiempo ya está aquí, donde muchos no soportan escuchar corrección, donde se busca un evangelio fácil que no confronte el pecado.
Estamos justamente en ese tiempo: un tiempo donde muchos no quieren escuchar lo que dice la Biblia, donde ponen por encima de la Palabra toda clase de doctrinas extrañas que se contradicen entre ellas mismas. Esto es un peligro real, porque conduce a la confusión y al alejamiento de la verdad. La única manera de mantenerse firme es volver una y otra vez a las Escrituras, estudiarlas en su contexto y vivir bajo su autoridad.
En conclusión, sana doctrina es todo lo que está contemplado en la Biblia en su propio contexto. No es añadirle lo que nos conviene, ni quitar lo que incomoda, sino recibirla tal como Dios la ha dado. La sana doctrina nos alimenta, nos fortalece y nos guarda de caer en el error. Por eso debemos amarla, defenderla y vivirla cada día, sabiendo que es la única guía segura para nuestra fe y práctica cristiana.