¡Hazme más como Cristo!

Damos gloria a Dios porque nos permite despertar cada mañana y nos da una nueva oportunidad, ¿sábes para qué? Para conocer a Cristo, para vivir para Él y su gloria, porque todo lo que fue creado lo fue para Cristo y nuestra primera gran encomienda como cristianos es ser conformados a la imagen de Jesucristo. ¿Cuál es nuestro fin de ser cristianos? Buen entendedor las muchas palabras están demás, pero, existen esas veces cuando nuestra vista es cegada y se nos olvida el fin de ser «cristianos», el cual es parecernos a Cristo.

La vida cristiana no consiste solamente en asistir a un templo, cantar alabanzas o escuchar sermones. Todo eso es importante, pero el centro del evangelio es llegar a reflejar el carácter de Cristo en nuestras palabras, acciones y pensamientos. Ser cristiano implica transformación, y esa transformación no es superficial, sino profunda. Cada día que Dios nos concede vida es una nueva oportunidad para que su Espíritu trabaje en nosotros, moldeando nuestro carácter y llevándonos a un nivel más alto de santidad y obediencia.

Estamos viviendo en una sociedad que nos quiere moldear a ellos, y existen esas iglesias y esos hermanos, que están aceptando dicha propuesta, al punto de que se les está olvidando que debemos ser como Cristo y están comenzando a desecharlo en sus sermones porque puede sonar ofensivos para el público, porque pueden lastimar a alguien. Vivimos en una sociedad permisiva, pero no permisiva de la verdad, sino de la maldad, del engaño y de la mentira, y en medio de una sociedad destruida por el pecado debemos pedir: ¡Hazme más como Cristo!.

El evangelio nunca ha sido un mensaje para complacer al hombre, sino para confrontarlo con la verdad de Dios. Jesús mismo dijo que el mundo lo aborreció y también aborrecería a sus discípulos. Por eso no debemos sorprendernos cuando la sociedad quiera callar la voz de la iglesia. Lo que sí debemos evaluar es si estamos dispuestos a mantenernos firmes en la verdad, aunque sea incómoda, y si realmente tenemos el valor de predicar a Cristo por encima de las tendencias modernas que buscan suavizar el mensaje.

Nuestras iglesias deben comprender algo y es que la esencia misma de la creación, de nuestros templos, de todo lo que existe se llama Cristo y no podemos pretender llamarnos «iglesia» si sacamos a Cristo de nuestras paredes. ¿Sábes que es un templo sin Cristo? Cuatro paredes que si son demolidas ni siquiera el polvo impactará tu ciudad. Sin Cristo no hay iglesia, sin Cristo no hay cristianismo, Cristo es el centro de todo. ¡Dame a Cristo!

Cuando entendemos esto, también reconocemos que nuestra vida personal pierde sentido sin Cristo. Puedes tener riquezas, estudios, fama o influencia, pero si Cristo no está en el centro de tu vida, todo lo demás se desvanece. Un corazón vacío de Cristo está destinado a la confusión y al dolor, porque hemos sido creados para vivir en comunión con Él y para reflejar su gloria.

¿Viviremos bajo la esclavitud y pensamiento moderno de este mundo? Por supuesto que no:

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Romanos 12:2

No permitamos que el mundo nos silencie, incluso, no dejemos que en nuestras iglesias nos silencien, ¿es esto un acto de rebeldía? Para nada, no podemos hacernos partidarios de una generación que quiere sacar a Cristo y el evangelio para no ofender y terminan diluyendo el mensaje.

Defender la verdad no es rebeldía, es fidelidad a Dios. Ser como Cristo significa hablar la verdad con amor, aunque incomode. Significa no dejarse moldear por una corriente pasajera, sino permanecer firmes en la Palabra eterna. Nuestro llamado no es ser aceptados por el mundo, sino ser luz en medio de las tinieblas.

35 El Padre ama al Hijo y ha entregado todas las cosas en su mano.

36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.

Juan 3:35-36

¿Qué significa que todo ha sido dado al Hijo? Significa todo, y todo significa nuestros corazones, nuestras mentes, nuestro ser, ¡todo!, no podemos vivir con la idea de que vivimos para Cristo y luego tenerlo en última instancia, o somos de Cristo o no somos de Él.

Nuestra oración, nuestra mayor oración debe ser que seamos cada día más como Cristo, esa es nuestra meta, la meta no es ser como nuestro predicador favorito, que al final es un ser humano con errores como nosotros, pero si miramos al Perfecto Cristo, tendremos luz, claridad y brillaremos.

En conclusión, el propósito de todo creyente es reflejar a Cristo en su vida diaria. No hay éxito más grande, ni meta más gloriosa, que parecernos al Hijo de Dios. Por eso, cada mañana que Dios nos concede debemos agradecer, pedir su ayuda y rogarle que nos transforme. Que nuestro clamor constante sea: “Señor, hazme más como Cristo”, porque solo así viviremos en plenitud, con propósito y con esperanza eterna.

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