¿Cuál es el alimento espiritual del creyente?

Nosotros los creyentes tenemos un alimento espiritual que es la Palabra de Dios, que está escrita en 66 libros y debemos comer de ese alimento para poder conocer a Dios, ya que es la Palabra de Dios escrita, por lo cual debe ser importante para cada persona que pertenece al cuerpo de Cristo. No hay alimento que pueda sustituir la Palabra de Dios, no existe otro método mejor.

La Biblia es ese alimento que sustenta nuestra alma, tal como el pan alimenta al cuerpo físico. Cada creyente debe comprender que si descuida su comunión con la Escritura, tarde o temprano se debilitará espiritualmente. Al igual que el organismo no puede vivir sano sin una buena nutrición, el cristiano no puede mantenerse fuerte sin leer y meditar la Palabra de Dios. Este es el recurso más poderoso que tenemos para crecer en la fe, porque en ella encontramos dirección, consuelo, exhortación y vida eterna.

El autor de los Hebreos dedica unos cuantos versos a sus lectores para hablar sobre la apostasía, ya que en aquellos tiempos existían hombres malvados y deshonestos que tergiversaban el evangelio a su propia conveniencia, engañando así a muchos. Pero debemos entender que los que eran fácilmente engañados, es porque eran vulnerables por no comer el alimento espiritual correspondiente. La Biblia dice:

13 Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño;

14 pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.

Hebreos 5: 13-14

Estos versos son una reprensión para la iglesia que escribe este escritor, ya que teniendo cierto tiempo siguiendo las verdades cristianas, aún tenían necesidad de que se les hable de cosas básicas, cuando se supone que deberían ser maestros de las verdades teológicas.

Lo que el escritor señala es que una fe sin raíces profundas termina siendo frágil. Así como un niño requiere leche y cuidados especiales, de la misma manera hay cristianos que, después de muchos años, siguen dependiendo de enseñanzas elementales sin alcanzar la madurez espiritual. La exhortación es clara: debemos crecer y no conformarnos con un cristianismo superficial.

Amados hermanos, no debemos permitir por ninguna razón que siendo personas con mucho tiempo bajo la gracia de Cristo, aún seamos personas que no conozcamos a plenitud las verdades cristianas, debemos esforzarnos, estudiar, pasar tiempo a solas con Dios estudiando Su Palabra.

El estudio de la Biblia no debe limitarse a una lectura rápida o a escuchar un sermón los domingos. La madurez espiritual requiere disciplina y constancia. Dedicar un tiempo diario a la lectura y meditación bíblica abre nuestra mente y corazón al consejo de Dios. Además, cuando estudiamos con oración, el Espíritu Santo nos ilumina para comprender y aplicar las verdades que encontramos en ella. De esta manera, pasamos de la leche espiritual a un alimento sólido que fortalece nuestras convicciones.

Estudiar la Palabra de Dios nos asegura un alimento sólido y el no dejarnos engañar por las artimañas del enemigo y por hombres vanos que quieren enseñarnos algo que no es el evangelio.

En tiempos modernos también abundan falsas enseñanzas disfrazadas de verdad, que buscan arrastrar a los creyentes a una fe débil y sin fundamento. Por eso es vital que cada uno de nosotros conozca lo que la Biblia enseña, de manera que podamos discernir entre lo verdadero y lo falso. El cristiano que se alimenta bien de la Palabra no se deja arrastrar por filosofías huecas ni por mensajes que solo buscan agradar a los hombres, sino que permanece firme en Cristo.

Conclusión: La vida espiritual no puede sostenerse sin el alimento de la Palabra de Dios. Así como el cuerpo necesita del pan de cada día, nuestra alma requiere de la Escritura para permanecer fuerte y viva. No debemos conformarnos con una fe inmadura, sino crecer hasta alcanzar la madurez en Cristo. Estudiemos, meditemos y vivamos la Palabra de Dios, de manera que seamos creyentes firmes, capaces de discernir el bien del mal, y así glorificar al Señor con nuestras vidas. Recordemos siempre: solo en la Palabra encontramos el alimento que satisface plenamente y que nos prepara para la eternidad.

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