Me libró de mi poderoso enemigo

No debemos temer a nada si Dios está con nosotros, Él es nuestro protector y el que nos ayuda a vencer todo lo que nos hace la guerra. Por eso solo debemos confiar en Dios el cual es nuestro ayudador.

Desde los tiempos antiguos, el pueblo de Dios ha tenido que enfrentar grandes batallas, persecuciones y momentos de dolor. Sin embargo, la Biblia nos muestra que quienes confían plenamente en el Señor siempre encuentran en Él un refugio seguro. El temor humano se disipa cuando comprendemos que nuestra vida está en manos del Creador, y que ninguna adversidad tiene más poder que Su voluntad perfecta.

El salmista David estaba dando gracias por la bondad de Dios hacia él, ya que el Señor lo libraba de las garras de sus enemigos. Eran muchos los que querían la muerte de David porque sabían que Dios siempre estaba con Él, y que nunca lo dejaba solo.

1 Te amo, oh Jehová, fortaleza mía.

2 Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador;
Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré;
Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.

Salmos 18:1-2

Aquí vemos esta hermosa declaración que hizo el salmista David hacia Dios, dando honra al Señor por su bondad hacia él, porque él era su roca y fortaleza, su libertador, el único en quien debía confiar. En realidad, debemos agradecer así como lo hacía David, él siempre estaba enalteciendo a Dios sin importar el momento que estuviera pasando.

Cuando decimos que Dios es nuestra roca, reconocemos que Él es inamovible, fuerte e inconmovible. Al llamarlo castillo, reconocemos que en Él hallamos protección y seguridad. Y cuando lo llamamos libertador, declaramos que solamente Su poder puede romper las cadenas y librarnos de la opresión. Estos títulos no son simples palabras, sino realidades que experimentamos en la vida diaria al caminar con fe.

Envió desde lo alto; me tomó,
Me sacó de las muchas aguas.

Salmos 18:16

Estas son buenas expresiones las cuales hacía David, por eso debemos glorificar a Dios aún en nuestras pruebas más grandes, porque Dios no se olvida de nosotros, Él nos ayuda a vencer en su nombre.

Las “muchas aguas” que menciona el salmista pueden representar los problemas, las aflicciones y las circunstancias que parecen ahogarnos. Sin embargo, el Señor extiende Su mano poderosa y nos rescata. Esto nos recuerda que no hay situación tan profunda de la cual Dios no pueda sacarnos, porque Su amor es más alto que cualquier abismo.

Me libró de mi poderoso enemigo,
Y de los que me aborrecían; pues eran más fuertes que yo.

Salmos 18:17

Es bueno que tomemos este maravilloso ejemplo, porque es muy importante para cada uno de nosotros, porque a veces nos sentimos derribados y no nos levantamos porque pensamos que estamos destruidos, pero no es así, porque si pedimos a Dios y confiamos en Él, Él nos dará nuevas fuerzas y nos librará de las garras de nuestros enemigos. Creamos en Dios porque Él es más poderoso que nuestros propios enemigos.

La enseñanza de este pasaje es clara: aunque nuestros enemigos sean más poderosos que nosotros en lo natural, nunca serán más fuertes que nuestro Dios. La batalla puede parecer perdida desde la perspectiva humana, pero en el ámbito espiritual la victoria está asegurada para aquellos que ponen su confianza en el Señor.

Confiar en Dios no significa que no enfrentaremos problemas, sino que no estaremos solos en medio de ellos. Así como David fue fortalecido, nosotros también podemos experimentar la ayuda divina en nuestra vida cotidiana. El mismo Dios que levantó a David es el que hoy nos sostiene con Su mano derecha de poder.

Conclusión: No debemos temer a nada cuando caminamos de la mano de Dios. Él es nuestra roca, nuestra fortaleza y nuestro libertador. Así como el salmista encontró paz y victoria en medio de la batalla, también nosotros podemos confiar en que el Señor peleará por nosotros. Que cada día aprendamos a agradecer, a confiar y a proclamar que Dios es nuestro escudo y alto refugio, porque en Él siempre encontraremos victoria.

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