No es con ejército ni con fuerza

¿Estás peleando una batalla muy fuerte? ¿Crees que todo termina aquí y que tus fuerzas no te dan para más? Pues la buena noticia que tenemos el día de hoy para ti es que servimos a un Dios que es experto dando victorias grandiosas a sus siervos y solo hay que reposar en sus manos , y esperar el momento adecuado para salir victoriosos en medio de la crisis. Cuando el valle se hace más oscuro y el terreno parece inclinado en nuestra contra, ahí mismo el Señor muestra que su poder no depende de nuestros recursos, sino de su fidelidad. Él no llega tarde ni se equivoca: llega cuando su propósito perfecto se ha formado en nuestro carácter.

Siempre he dicho que estudiar la Biblia es una parte más que importante para la vida espiritual del creyente, ya que a través del estudio de las Escrituras podemos fortalecer nuestra fe, leyendo aquellas grandes victorias que Dios dio a su pueblo en momentos que tenían todas la de perder y de esa misma manera pasa con nosotros, pasamos por una crisis muy profunda, lloramos, nos quejamos, nos aislamos de todos y hasta cuestionamos a Dios, pero luego nos damos cuenta de que todo pasó y de que solo era un momento para Dios acercarnos más a Él. La Palabra nos reencuadra la realidad: lo que vemos como final, Dios lo llama proceso; lo que sentimos como derrota, Dios lo convierte en escuela de confianza.

La Biblia dice:

5 Y el ángel que hablaba conmigo respondió y me dijo: ¿No sabes qué es esto? Y dije: No, señor mío.

6 Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.

Zacarías 4:5-6

Estos versos deben alegrar nuestra alma y entender de dónde viene nuestra victoria, y es que nuestra victoria para salir de ciertas crisis no está en nuestras fuerzas sino en la soberana fuerza de Dios. Zorobabel tenía delante un encargo imposible: reconstruir en medio del desánimo, de la oposición y de los recursos limitados. Dios no le ofreció un ejército más grande ni herramientas más sofisticadas; le ofreció su Espíritu. Ese es el secreto: cuando la obra es de Dios, el combustible es el Espíritu de Dios.

El pueblo de Israel experimentó esto varias veces, ver la poderosa mano de Dios librándolos de sus enemigos. ¿Crees que Dios no haría lo mismo por ti o por mí? Dios sigue siendo Dios y así como fue ayudador y protector de su pueblo lo sigue siendo hoy. Así que, pon tu carga en Dios, escóndete bajo sus alas y espera en Él. Recuerda el Mar Rojo: el pueblo no tenía armas ni salida, pero Dios abrió camino donde no lo había. Recuerda a Gedeón: Dios redujo el ejército para que quedara claro que la victoria no sería por estadísticas, sino por su mano. Recuerda a Josafat: “no habrá para que peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová”.

Cuando el Señor nos lleva a límites, no es para humillarnos sino para enseñarnos dependencia. Él nos enseña a cambiar la queja por la adoración, el cálculo humano por la fe, el correr sin rumbo por la quietud obediente. “No con ejército, ni con fuerza” significa que no es la suma de talentos, contactos o planes la que decide el resultado, sino la presencia del Espíritu Santo guiando cada paso.

¿Cómo reposar en medio de la tormenta? Primero, rinde el control: reconoce que no puedes, pero Dios sí puede. Segundo, vuelve a la Palabra: promesas concretas sostienen corazones cansados. Tercero, ora con perseverancia: no para convencer a Dios, sino para alinear tu corazón a su voluntad. Cuarto, obedece en lo pequeño: muchas veces la salida comienza con un acto sencillo de fidelidad hoy. Quinto, rodéate de hermanos de fe: Moisés necesitó a Aarón y Hur; tú también necesitas manos que levanten las tuyas.

No ignores lo que Dios hace en silencio. Mientras tú ves un muro, Él ya está moviendo puertas; mientras tú calculas pérdidas, Él está preparando nuevas misericordias. A veces la victoria no es un trueno inmediato, sino una lluvia mansa que, día tras día, reblandece la tierra dura del corazón y, al final, hace brotar fruto abundante. Mantén tus ojos en Cristo, el Autor y Consumador de la fe: en la cruz pareció perderlo todo, pero allí desarmó a los principados; en la tumba pareció terminar la historia, pero al tercer día la vida venció.

Tal vez hoy te sientes como Zorobabel, frente a “montes” que te superan. Escucha la misma voz: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu”. Ese monte será llanura cuando la gloria de Dios se manifieste. Descansa, síguelo, y no sueltes su mano. La crisis no será tu identidad ni tu final: será el altar donde verás la fidelidad del Señor y cantarás la canción de los que vencen por su gracia.

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