¿Cómo podemos ser salvos? ¿De qué somos salvos? ¿Hay una clave para lograr esa salvación? Todas estas son preguntas coherentes que las personas se hacen en el día a día, y todas esas preguntas tienen respuestas. Mas lo cierto es que no hay una clave personal para nosotros ser salvos, no hay un método eficaz diseñado por el hombre para lograr o alcanzar la salvación. Lo único que nos puede hacer salvos y completamente libres es la obra concluida de Cristo en la cruz. El sacrificio de Jesús es suficiente y completo; no necesita añadiduras humanas ni fórmulas mágicas. La salvación es un regalo de Dios, recibido por la fe, y no por obras para que nadie se gloríe.
El apóstol Pablo nos habló sobre esto:
8 Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:
9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Romanos 10:8-9
Todo es acerca de Jesús. Nuestro Cristo es el evangelio, y sin Cristo, sin su muerte, sin su resurrección, sin nada de esto no hay evangelio. El evangelio no es un conjunto de reglas morales ni un estilo de vida positivo, es una buena noticia: que Cristo murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Una persona que diga creer en Dios y no cree en su Hijo Jesús, entonces falso es, porque aquel que niega al Hijo también niega al Padre. No se puede tener al Padre sin reconocer al Hijo, porque es a través de Él que tenemos acceso a la vida eterna.
Hermanos, Cristo es la Piedra angular y no hay otro nombre en el que podamos ser salvos sino en el nombre de Cristo. Esta declaración no es intolerancia, sino verdad revelada. El mundo nos ofrece muchos caminos, filosofías y religiones, pero la Biblia es clara: solo en Jesús hay salvación. ¿Quieres ser salvo? La única manera de ser salvos es confesando que Jesús es el Señor, creyendo firmemente en Él y en sus promesas. Esta confesión no es un mero ritual, sino el reconocimiento sincero de que Él es el dueño de nuestra vida, y que dependemos completamente de su gracia.
Cristo es el único que nos puede hacer libres del pecado y del infierno. No hay cadena tan fuerte que el poder de la cruz no pueda romper. En Él se encuentran nuestras esperanzas y debemos confiar en que Él resucitó de los muertos, y creer esto sobre todas las cosas, aunque ciertas personas quieran decir que esto no es así. El mundo cuestiona, los incrédulos niegan, pero la tumba vacía sigue siendo la evidencia más grande de que Jesús venció la muerte. Si Él resucitó, también nosotros resucitaremos con Él.
La salvación no consiste en asistir a una iglesia cada domingo ni en cumplir ciertos rituales religiosos. Aunque estas cosas tienen su lugar, la salvación es un asunto de fe y relación personal con Cristo. Pablo dice: “por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8). Esto significa que nada de lo que hagamos puede ganarnos la salvación; solo podemos recibirla como un regalo inmerecido que proviene del amor de Dios.
Entonces, ¿de qué somos salvos? Somos salvos del poder del pecado, de la condenación eterna y del juicio venidero. El pecado nos separa de Dios, pero Cristo nos reconcilia con Él. Somos salvos de una vida vacía y sin propósito, y trasladados al reino de su luz admirable. La salvación no es solo un destino futuro, es también una realidad presente: una nueva vida en Cristo, guiada por el Espíritu Santo, con la seguridad de que nada podrá separarnos del amor de Dios.
Querido lector, si aún no has entregado tu vida a Cristo, hoy es el día. No pospongas la decisión más importante que puedes tomar. Confiesa con tu boca que Jesús es el Señor, cree en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, y serás salvo. No se trata de emociones momentáneas, sino de un compromiso eterno. Cristo te llama, su gracia está disponible, y su sangre aún tiene poder para limpiar tus pecados. La pregunta ya no es cómo ser salvo, sino si estás dispuesto a creer en Aquel que ya lo hizo todo por ti en la cruz.