Alabanza por la misericordia eterna de Jehová

Cada día que nos levantamos de nuestras camas debemos darle gracias a Dios, porque nos permite ver el sol de cada día, porque podemos respirar ese aire puro, y es Dios el que hace que todo esto sea posible.

Es importante reconocer que el simple hecho de abrir nuestros ojos cada mañana es ya un milagro de vida. Muchas veces damos por sentado las bendiciones que tenemos: la salud, la familia, el trabajo o incluso la capacidad de caminar y hablar. Sin embargo, todo ello proviene de la gracia de Dios, quien sostiene nuestra existencia y nos recuerda que cada amanecer es una nueva oportunidad para vivir bajo su voluntad.

Siempre hay una razón por la cual debemos dar gracias a Dios, dando gloria, alabanza, diciendo de su gloria y majestad, Él es el rey. Alabar a Dios por sus proezas, por su bondad, y por su misericordia que es eterna cada día. La gratitud debe ser una actitud constante en el corazón del creyente, porque es a través de ella que reconocemos que nada de lo que tenemos nos pertenece, sino que ha sido otorgado por el amor del Creador.

Alabad a Jehová, porque él es bueno,
Porque para siempre es su misericordia.

Salmos 136:1

El libro de los Salmos nos enseña que la alabanza es un acto de obediencia y amor hacia Dios. En el Salmo 150 encontramos un llamado universal a toda criatura, ya sea en la tierra, en el cielo o debajo de la tierra, para exaltar al Señor. Allí se mencionan los instrumentos musicales, las danzas, el santuario y el firmamento, como símbolos de adoración a un Dios que merece toda la gloria y la honra. El salmista concluye diciendo: “Todo lo que respira alabe al Señor”, y con esta frase queda claro que la alabanza no es opcional, sino un deber de toda la creación.

Alabad al Dios de los dioses,
Porque para siempre es su misericordia.

Salmos 136:2

Los versículos 1 y 2 del Salmo 136 nos muestran que la misericordia de Dios es eterna. Esa misericordia es la que sostiene nuestras vidas, la que nos fortalece en momentos de angustia y la que nos levanta cuando sentimos que ya no podemos más. Cada día es un recordatorio de que, aunque enfrentemos dificultades, Dios permanece fiel, porque su amor no tiene fin. Esta verdad debe motivarnos a vivir con esperanza y a no perder la fe cuando atravesamos pruebas.

La misericordia de Dios no se agota, sino que se renueva cada mañana. Esto significa que aunque fallemos, siempre podemos acudir a Él con un corazón humilde y arrepentido, confiando en que nos recibirá con brazos abiertos. La alabanza, entonces, no surge únicamente en los momentos de alegría, sino también en medio de las pruebas, porque sabemos que nuestro Dios nunca nos dejará.

Alabad al Señor de los señores,
Porque para siempre es su misericordia.

Salmos 136:3

Recordemos que solo a Él debemos glorificar y dar honra y honor, porque no hay otro que nos ayude y tenga misericordia. Ningún ser humano, gobierno o riqueza terrenal puede ofrecernos lo que Dios nos da: salvación, paz verdadera y vida eterna. Él, que está en los cielos, mira nuestras obras y examina los corazones, y a pesar de nuestras debilidades nos cubre con su gracia infinita.

Alabemos al Señor porque Él es fiel y su misericordia se renueva cada día en nuestras vidas. Esto nos invita a no vivir en quejas ni en ingratitud, sino a mantener siempre un corazón agradecido, reconociendo que todo lo que tenemos proviene de Él. Que nuestras palabras, pensamientos y acciones sean un reflejo de esa gratitud hacia Aquel que nos sostiene en todo momento.

En conclusión, la alabanza no es un simple canto o una costumbre religiosa, sino una forma de vida. Dar gloria a Dios debe ser parte de nuestra esencia, porque Él es bueno, su amor es inmutable y su misericordia es eterna. A Él sea la gloria, la alabanza, la majestad y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Los que sembraron con lágrimas, cosecharán regocijo
¡Derrotando al gigante que te hace la guerra!