Cada día necesitamos estar más cerca del Señor, buscarle en todo tiempo, porque cada vez que nos acercamos más y más a Él su misericordia nos socorre, porque la misericordia de Dios está con aquellos que le temen y que le buscan.
Es importante para cada uno de nosotros el buscar de Dios, alabarle, glorificar su santo nombre por su grandiosa misericordia para con cada uno de nosotros.
Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen,
Y su justicia sobre los hijos de los hijos;Salmos 103:17
Recordemos que la misericordia de Dios nunca se acaba, sino que permanece para siempre, la misericordia de Dios es la que nos ayuda cada día, nos sostiene y nos libra de todas las adversidades que vienen a nuestro frente cada día.
Su justicia está siempre sobre todos aquellos que le sirven, que le buscan no importando las dificultades que estén enfrentando, no le servimos en vano. Porque Dios hace justicia para con todos sus hijos, les cuida y guarda de cada uno de ellos.
Sobre los que guardan su pacto,
Y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra.Salmos 103:18
A Dios para nada le gustan las personas que no cumplan con sus palabras, y que sus mandamientos los echen por el suelo, porque todo aquel que guarda su pacto y todo aquel que se acuerde de sus mandamientos para ponerlos en obra alcanzará misericordia, por eso es bueno respetar sus mandamientos y estar cerca del Señor cada día.
Jehová estableció en los cielos su trono,
Y su reino domina sobre todos.Salmos 103:19
Cada día somos más que bienaventurados, porque sus misericordias están sobre todos nosotros, Él nos mira desde los cielos, su trono está encima de todos los que le buscan. Alabamos su nombre por su grande misericordia para con cada uno de sus hijos, porque Él es un Dios de misericordia y sus misericordias están por toda la eternidad.
La misericordia del Señor no solo se manifiesta en los grandes acontecimientos de la vida, sino también en los detalles más pequeños. Cada mañana cuando despertamos, es una señal de que su misericordia nos ha alcanzado, pues nos permite respirar, ver la luz del sol y tener una nueva oportunidad de vivir conforme a su voluntad. Esto nos recuerda que dependemos de su bondad y que todo lo que tenemos proviene de Él.
El salmista afirma que su misericordia es eterna, y esto es un motivo para vivir agradecidos. A veces nos enfrentamos a situaciones de dolor, enfermedad o angustia, y pensamos que Dios nos ha olvidado; sin embargo, su misericordia nos sostiene aun en los momentos en que no entendemos lo que sucede. Confiar en su fidelidad nos da la certeza de que nunca estaremos solos, porque su gracia se extiende más allá de nuestras fuerzas.
Además, debemos reconocer que la misericordia de Dios no es un permiso para pecar, sino un llamado a vivir en santidad. Quien recibe de su compasión debe responder con un corazón obediente, honrando sus mandamientos. Es por eso que la Biblia recalca que su justicia está sobre los hijos de los hijos, es decir, que su fidelidad alcanza a las generaciones de aquellos que deciden caminar en obediencia y verdad. Esto nos enseña que nuestra relación con Dios no solo impacta nuestra vida, sino también la de nuestra descendencia.
A lo largo de las Escrituras encontramos ejemplos de cómo su misericordia transformó vidas. David, a pesar de sus errores, encontró en la misericordia de Dios el perdón y la restauración. Jonás, después de huir de la voluntad de Dios, fue alcanzado por su misericordia en el vientre del gran pez. Incluso el apóstol Pedro, tras negar a Jesús, fue restaurado por el Señor y se convirtió en un pilar de la iglesia primitiva. Estos testimonios nos recuerdan que, aunque caigamos, la misericordia de Dios nos levanta.
Como hijos de Dios, debemos imitar también esa misericordia en nuestro trato hacia los demás. El Señor nos invita a perdonar, a mostrar compasión y a ayudar al necesitado, porque hemos recibido misericordia abundante de su parte. Así cumplimos el mandamiento de amar al prójimo como a nosotros mismos, reflejando en la tierra el carácter de nuestro Padre celestial.
Conclusión: La misericordia de Dios es infinita, eterna y siempre está disponible para quienes le buscan con un corazón sincero. Es un refugio en medio de las pruebas, una fortaleza en tiempos de debilidad y una esperanza que trasciende toda circunstancia. Por eso debemos vivir agradecidos, obedeciendo sus mandamientos y confiando en que su misericordia se renueva cada mañana. Que nunca olvidemos alabar a nuestro Señor por este regalo tan grande que sostiene nuestra vida cada día.