La fidelidad de Dios ha sido una constante a lo largo de toda la historia bíblica, y un claro ejemplo de ello lo encontramos en el libro de Josué. Allí se nos muestra cómo Dios, a través de sus siervos, exhortaba a su pueblo a guardar sus palabras y a vivir bajo su dirección. Este pasaje no es solamente un relato histórico, sino también una enseñanza práctica para nuestras vidas hoy en día, ya que nos invita a reflexionar en la importancia de obedecer a Dios en medio de un mundo lleno de distracciones y de sistemas que buscan apartarnos de su verdad.
En el capitulo 23 del libro de Josué encontramos como Dios a través de Josué exhorta a su pueblo a guardar sus palabras y no contaminarse con las demás naciones, puesto que eso les serviría de tropiezo. A través de todas las Escrituras Dios siempre guiaba a su pueblo para que no se dejara influenciar con las demás naciones, así mismo tampoco quiere que nosotros nos dejemos arropar por el sistema de este mundo.
Luego de Dios haber exhortado al pueblo de Israel de guardar sus mandamientos, cumplir las leyes de Moisés y no mezclarse con las demás naciones, les recuerda todas las buenas palabras que había dicho sobre ellos y como cada una se cumplió al pie de la letra:
Quizá dirás: «Qué pueblo tan privilegiado». ¿Sabías que nosotros somos más privilegiados que ellos? Y es que Dios nos ha amado cuando estábamos en nuestros delitos y pecados, y nos ha dado salvación a través de la muerte de su Hijo en la cruz y no existe mayor milagro que el milagro de la salvación en Cristo.
El apóstol Pablo también habla de esta verdad en sus cartas, destacando que ahora, en Cristo, somos herederos de promesas aún más gloriosas. Ya no se trata solamente de conquistar una tierra física como Canaán, sino de heredar una vida eterna en la presencia de Dios. Esto nos recuerda que las bendiciones espirituales son mucho más grandes que las materiales, y que el cumplimiento de las promesas divinas en Cristo nos asegura un futuro lleno de esperanza.
La Palabra de Dios es infalible, y todas las promesas que Dios ha hecho a su pueblo a través de su Palabra se han de cumplir.
En un mundo donde las promesas humanas a menudo fallan, donde las palabras se rompen y los compromisos se olvidan, el carácter de Dios brilla con mayor claridad. Él nunca miente, nunca se retracta y nunca falla. Cada palabra suya es verdad y cada promesa se cumple en el tiempo perfecto. Esto debe darnos seguridad y confianza para seguir adelante, aun cuando no entendamos los procesos que vivimos.
Así como el pueblo de Israel fue llamado a no mezclarse con las naciones, nosotros también debemos vivir apartados del pecado y consagrados al Señor. El mundo ofrece placeres momentáneos y caminos aparentemente fáciles, pero solo la Palabra de Dios es el camino seguro que nos conduce a la vida eterna. Guardar sus mandamientos no es una carga, es un privilegio y una muestra de gratitud por todo lo que Él ha hecho por nosotros.
Que cada día recordemos las bondades de Dios en nuestra vida, que nunca olvidemos sus promesas y que nos aferremos a su fidelidad. Porque si algo nos asegura la Escritura, es que ni una sola de las palabras del Señor caerá en tierra sin cumplirse. Y si Él fue fiel con Israel, lo será también contigo y conmigo hoy. Confiemos, entonces, en el Dios que cumple lo que promete.