Dios te guardará del enemigo

Si estamos en las manos de Dios, entonces no debemos tener miedo de nada, porque si Dios es con nosotros ¿quién, contra nosotros? Él nos cubre de todas las asechanzas del maligno, de las adversidades que cada día vienen a nuestras vidas.

Todo el ser humano debe tener toda su confianza depositada en el Señor, porque Dios tiene el control de todas las cosas, Él es quien conoce todo de nosotros. Una persona sin Dios está totalmente perdida, porque separados de Él, nada podemos hacer.

Se acercaron a la maldad los que me persiguen;
Se alejaron de tu ley.

Salmos 119:150

Todo aquel que se aparta de la ley de Dios es porque ya ha sido engañado por el enemigo, y esto es todo lo que el enemigo busca, que el ser humano deje de confiar en Dios, que deje de andar bajo la ley de Dios para así poder utilizarlo como un títere.

El escritor de este Salmo nos deja entender que esas personas que le perseguían era porque se habían apartado de la ley del Señor, y se convirtieron en personas que les gusta hacer maldad hacia los demás.

Cercano estás tú, oh Jehová,
Y todos tus mandamientos son verdad.

Salmos 119:151

Pero lo más importante no es tenerle temor al enemigo, sino temer a aquel que ha creado todas las cosas, al rey de reyes y señor de señores, invencible, admirable, sublime, poderoso, majestuoso, soberano Dios, a este es que en verdad debemos temer.

No perdamos nuestra confianza en Dios, permanezcamos en su ley día a día, porque si nos apartamos de la ley del Señor, podemos sufrir en gran manera, porque este es el momento que el enemigo espera para atacarnos.

Confiar en Dios no significa que no tendremos pruebas ni dificultades, al contrario, implica que aun en medio de las luchas tenemos la certeza de que no estamos solos. La vida cristiana está llena de retos, pero también de promesas, y esas promesas nos sostienen en los momentos más oscuros. Cuando el enemigo se levanta como río, Dios promete levantar bandera en nuestro favor y cubrirnos con su mano poderosa.

La Palabra nos recuerda que debemos poner nuestra fe en Cristo como el cimiento firme de nuestras vidas. Así como una casa construida sobre la roca no cae cuando soplan los vientos y las lluvias, así también nuestra vida permanece firme cuando está fundamentada en la obediencia a Dios. La confianza en el Señor nos libra de la desesperación y nos da paz en medio de las tormentas.

Cuando el salmista dice que los que se apartaron de la ley de Dios se acercaron a la maldad, está mostrando la realidad de todo corazón que se aleja del Creador. El hombre sin Dios puede tener riquezas, conocimiento o fama, pero en el fondo vive en tinieblas. Solo la luz de Cristo puede dar sentido y propósito verdadero a nuestra existencia. Por eso, alejarnos de la Palabra abre una puerta peligrosa que el enemigo sabe aprovechar.

En cambio, estar cerca de Dios nos llena de esperanza. El mismo salmo declara que Jehová está cercano, y esto nos da seguridad de que no hay oración que Él no escuche ni lágrima que no vea. Su fidelidad es eterna y sus mandamientos son verdad. Aferrarnos a esas verdades nos permite vivir con confianza en medio de un mundo que cada día se aleja más de lo que es santo y justo.

El creyente debe comprender que la verdadera batalla no es contra carne ni sangre, sino contra huestes espirituales de maldad. Esa lucha solo puede ser enfrentada con la armadura de Dios, con la fe puesta en Cristo y con una vida cimentada en oración. Temamos a Dios, que es principio de la sabiduría, y no a las amenazas del enemigo, porque mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo.

Conclusión: Estar en las manos de Dios es el mayor privilegio que podemos tener. Nada ni nadie puede arrebatarnos de su presencia cuando permanecemos fieles a su Palabra. No permitamos que el enemigo nos engañe ni nos aparte de su camino. Guardemos su ley en nuestro corazón, vivamos en obediencia y confiemos en que el Señor está cercano para socorrernos en todo momento. Así, podremos caminar seguros, sabiendo que la victoria está asegurada en Cristo Jesús.

Firmes en las manos de Dios
Un Dios justo, que escucha la oración del justo