Si se humillare mi pueblo yo oiré desde los cielos

Si nos detenemos a hablar de todas las maravillas, prodigios y milagros que Dios hizo frente al pueblo de Israel, creo que llenaríamos miles y miles de páginas, y si también nos detuviésemos a hablar de las grandes misericordias, de las veces que los perdonó y de las veces que les exhortó a que volvieran al camino, tampoco terminaríamos hoy, y es que nuestro Dios ha sido ampliamente misericordioso y esa gran misericordia la hemos visto aplicada a nuestra vidas, pues, Él nos ha amado abundantemente y es por ello que damos gloria a su majestuoso nombre.

Luego de Salomón haber concluido con la construcción del templo, el Señor se le apareció y pronunció palabras a las cuales debemos prestar suma atención:

12 Y apareció Jehová a Salomón de noche, y le dijo: Yo he oído tu oración, y he elegido para mí este lugar por casa de sacrificio.

13 Si yo cerrare los cielos para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo;

14 si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.

2 Crónicas 7: 12-14

En el verso 12 hay algo muy importante que Dios habla a Salomón, y es que Él le dice: «Yo he oído tu oración». Aquí vemos que Dios escucha nuestra oración, que cuando oramos no lo hacemos al viento, sino que hay un Dios que nos está escuchando.

Luego en el verso 13 Dios hace una pequeña descripción de los juicios que Dios puede enviar a la tierra, no obstante, le dice a Salomón que hay ciertas cosas que pueden detener sus juicios sobre el pueblo de Israel.

1 – La humillación

La Biblia dice que Dios mira al humilde de cerca y al altivo de lejos. Dios nunca menospreciará a un corazón contrito y humillado. Y es que la Biblia nos habla una y otra vez sobre el tema de la humillación, Pedro también dice: «Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;» (1 Pedro 5:6). Dios siempre instó al pueblo de Israel hacia la humillación y de la misma manera nosotros debemos mantenernos humillados delante del Señor.

La humillación no es un signo de debilidad, sino de fortaleza espiritual. Quien se humilla reconoce la grandeza de Dios y entiende que la vida no depende de sus propios méritos, sino de la gracia divina. Este principio nos ayuda a recordar que toda gloria pertenece a Dios y no al hombre. En tiempos de orgullo y autosuficiencia, la humillación abre puertas al favor de Dios y nos acerca más a Su voluntad perfecta.

2 – Invocar el nombre de Dios y orar

Nuestros problemas no son resueltos mediante un psicólogo profesional o un gran terapeuta para matrimonios, mas, cuando invocamos el nombre de Dios, cuando oramos y clamamos a Él, expresando todo delante de su Presencia, somos escuchados por Él y Él trae refrigerio a nuestras vidas. ¿No sabes qué hacer? Clama e invoca el nombre del Señor.

La oración es la llave que abre los cielos, es el canal por el cual nos comunicamos directamente con nuestro Creador. Al invocar su nombre, demostramos dependencia de su poder y no de nuestras fuerzas limitadas. La historia bíblica nos muestra que siempre que el pueblo clamaba de corazón, Dios respondía con misericordia, aun cuando habían fallado. Esta misma promesa sigue vigente para nosotros hoy: si buscamos a Dios en oración sincera, Él responderá con amor.

3 – Arrepentimiento

En última instancia, Dios también dice: «Y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra». La Biblia también nos dice que Dios no quiere que ninguno se pierda sino que todos procedamos al arrepentimiento continuo que es en Cristo Jesús (2 Pedro 3:9). Dios es un Dios de perdón y este es uno de sus grandes atributos, nuestro Dios perdona y perdona aun al más grande pecador.

El arrepentimiento verdadero no es un simple remordimiento momentáneo, sino un cambio genuino de dirección en nuestra vida. Esto implica abandonar el pecado y abrazar la justicia de Dios. La buena noticia es que el perdón divino no tiene límites; no importa cuán lejos haya caído una persona, siempre puede encontrar en Dios restauración, consuelo y una nueva oportunidad de vida. El arrepentimiento abre la puerta a la reconciliación con el Padre.

Conclusión

Podemos concluir con que Dios busca de nosotros que nos humillemos delante de Él cada día, que invoquemos su Nombre y busquemos su rostro cada segundo de nuestras vidas. El pasaje de 2 Crónicas 7:14 sigue siendo un llamado vigente en la actualidad: la solución a los problemas de la humanidad no está en la política ni en los avances tecnológicos, sino en el corazón del hombre que se arrepiente y busca a Dios. Solo así podemos experimentar sanidad, restauración y paz verdadera en nuestra tierra.

Este mensaje nos recuerda que Dios está dispuesto a perdonar, a sanar y a levantar a su pueblo, pero espera de nosotros una respuesta sincera. La humillación, la oración y el arrepentimiento son los pilares que nos conducen a una vida plena bajo la gracia divina. Así como escuchó a Salomón, también escucha hoy nuestras oraciones, y está presto a extender su misericordia a todos los que lo buscan con fe y corazón sincero.

Jesús la fuente de vida
Una mirada de fe