El Señor no te abandonará

Cada día debemos recordar que el Señor no nos abandona en ningún momento, mucho menos cuando estamos atravesando pruebas y dificultades. Aunque a veces nos sintamos solos, la verdad es que Dios siempre está presente, dispuesto a darnos fuerzas y a sostenernos con su mano poderosa. La vida cristiana no es ausencia de problemas, sino la certeza de que en medio de ellos tenemos un Dios que nunca nos deja ni nos desampara.

Como seres humanos, en ocasiones tomamos malas decisiones que nos afectan de maneras profundas. Entonces vienen las preguntas inevitables: “¿Por qué me está pasando esto? ¿Dónde está Dios en medio de esta situación?”. Pero la Palabra nos recuerda que el Señor nunca se aparta de los suyos. Él es fiel a su pacto y aún cuando nuestras decisiones nos llevan a caminos difíciles, siempre está allí para extendernos su gracia y guiarnos de vuelta a sus sendas.

A Jehová he puesto siempre delante de mí;
Porque está a mi diestra, no seré conmovido.
Salmos 16:8

El salmista David nos enseña que la clave para permanecer firmes es tener siempre al Señor delante de nosotros. Esto significa vivir conscientes de su presencia, reconocerlo en cada decisión y depender de Él en todo momento. Cuando entendemos que el Señor está a nuestra diestra, no hay circunstancia que pueda movernos. El mundo puede sacudirse, los problemas pueden golpear fuerte, pero nuestra fe permanece anclada en Aquel que nunca falla.

Nuestra confianza debe estar puesta en las manos poderosas de Dios. Él es quien nos da la paz que sobrepasa todo entendimiento, quien calma nuestras ansiedades y quien renueva nuestras fuerzas cuando sentimos que ya no podemos más. En sus promesas encontramos descanso y en sus palabras hallamos aliento. No importa cuán grande sea la tormenta, si confiamos en Él tendremos la seguridad de que saldremos victoriosos.

El libro de los Salmos es un testimonio vivo de lo que significa confiar en Dios en medio de toda circunstancia. David, a lo largo de su vida, enfrentó persecuciones, traiciones, batallas y luchas internas. Sin embargo, en cada situación se acercaba al Señor con un corazón rendido. En sus momentos más oscuros encontró en Dios consuelo, refugio y fortaleza. Por eso sus palabras son un ejemplo para nosotros, porque nos muestran cómo un hombre imperfecto, pero lleno de fe, puede ser sostenido por el amor de Dios.

Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma;
Mi carne también reposará confiadamente;
Salmos 16:9

Este versículo refleja la confianza plena de David. No solo su corazón y su alma se alegraban en el Señor, sino que también su carne reposaba confiadamente. Esto quiere decir que incluso su cuerpo experimentaba descanso, porque la paz de Dios no se limita al alma, sino que se extiende a todo nuestro ser. Cuando confiamos en el Señor, nuestra mente deja de preocuparse y nuestro cuerpo encuentra alivio, porque sabemos que todo está bajo su control.

David no era un hombre perfecto; cometió errores graves. Sin embargo, lo que lo distinguía era su corazón humillado. Él sabía cómo correr hacia Dios en arrepentimiento, cómo rendirle su vida una y otra vez. Por eso el Señor lo llamaba un hombre conforme a su corazón. El secreto no estaba en su perfección, sino en su disposición a buscar al Señor con sinceridad y a confiar en Él con todo lo que tenía.

Porque no dejarás mi alma en el Seol,
Ni permitirás que tu santo vea corrupción.
Salmos 16:10

Este versículo es profético, pues apunta a la resurrección de Cristo, pero también muestra la esperanza de todo creyente. Así como el Señor guardó a su Ungido, también guardará a los que confían en Él. Nuestra vida no termina en la tumba; tenemos la seguridad de la vida eterna en Cristo Jesús. Esa esperanza debe llenarnos de fe y valentía para vivir confiados en que ni la muerte podrá arrebatarnos de sus manos.

Querido lector, el ejemplo de David nos recuerda que debemos humillarnos delante del Señor con todo nuestro ser: con nuestra alma, nuestro cuerpo y nuestros bienes. Cuando aprendemos a rendirle todo a Dios y a mantener nuestra confianza en Él, experimentamos su fidelidad de una manera real. No importa lo difícil del camino, el Señor está a nuestro lado. Sigamos firmes, confiando plenamente en su poder, porque Él nunca abandona a los que le buscan.

Cristo en el último lugar del sermón
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