Aquí vemos una poderosa declaración del Salmista David dirigida a todas aquellas personas que temen a Dios, que permanecen en el camino correcto sin importar los obstáculos, las pruebas o las dificultades de la vida. La Biblia es clara al afirmar que el hombre que teme a Jehová será bendecido en gran manera. Esa bendición no siempre se traduce en riquezas materiales, sino en una vida llena de paz, propósito, seguridad y la guía constante del Señor.
He aquí que así será bendecido el hombre
Que teme a Jehová.Salmos 128:4
El temor a Dios es más que un sentimiento de miedo; es reverencia, respeto y obediencia. Es reconocer que Él es el Creador, que tiene autoridad sobre todo lo que existe y que nuestras vidas dependen de su voluntad. Cuando un hombre o una mujer decide caminar en el temor de Dios, automáticamente decide apartarse del mal, guardar su corazón y vivir conforme a la Palabra. Esto produce como resultado una vida firme, con propósito y con dirección.
El temor a Dios nos conduce cada día a amar sus caminos, a practicar la justicia, a cuidar nuestra lengua y nuestras acciones. Nos preserva cuando andamos por senderos peligrosos, aparta al enemigo de nuestros pasos y nos recuerda que estamos bajo la cobertura divina. El que teme al Señor no se guía por la cultura del momento, sino por la verdad eterna de las Escrituras.
David, en su experiencia, hablaba con una seguridad admirable, porque sabía por vivencia que Dios nunca abandona a los que le temen. Cada palabra del salmista estaba llena de fe, y esa fe lo sostuvo incluso en medio de persecuciones, guerras y traiciones.
Bendígate Jehová desde Sion,
Y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida,Salmos 128:5
Cuando David elevaba estas palabras, no lo hacía solo por él, sino por todo el pueblo. Él entendía que la bendición individual debía estar conectada con el bienestar de la comunidad de fe. Jerusalén, como centro espiritual del pueblo de Dios, representaba la paz, la justicia y la adoración verdadera. David, con un corazón humilde y agradecido, pedía al Señor que no solo lo bendijera a él, sino que también derramara su gracia sobre toda la nación.
Algo importante que resalta en estos versículos es que David siempre ponía a Dios en primer lugar. Sus oraciones y declaraciones no eran centradas en sí mismo, sino en glorificar al Señor. Solo después de haber dado honra y exaltación al Todopoderoso, presentaba sus peticiones. Esta actitud nos enseña el orden correcto de la oración: primero adorar, luego pedir.
Y veas a los hijos de tus hijos.
Paz sea sobre Israel.Salmos 128:6
En estas palabras finales, el salmista pide una bendición generacional. No hay mayor regalo para un hombre temeroso de Dios que ver a su descendencia caminar en fe, servir al Señor y experimentar la paz que solo proviene de Él. Este versículo nos recuerda que el temor a Dios no solo bendice nuestra vida, sino que también deja un legado eterno para nuestros hijos y nietos.
La paz sobre Israel simboliza la paz que sobrepasa todo entendimiento, aquella que viene de lo alto y que permanece incluso en medio de la tormenta. El mundo busca paz en el dinero, en las armas o en acuerdos humanos, pero la paz verdadera es un regalo de Dios para quienes le temen.
David fue paciente al esperar en el tiempo del Señor. Él entendía que la bendición no llega cuando nosotros queremos, sino en el momento perfecto de Dios. Esa paciencia es la que hoy debemos imitar. El cristiano que teme a Dios sabe esperar con fe, porque su confianza está puesta en Aquel que nunca falla.
Amados hermanos, sigamos obedeciendo y temiendo al Señor. No nos desviemos a la derecha ni a la izquierda, sino mantengamos firme nuestra fe en medio de las pruebas. El temor a Dios nos conducirá a una vida plena, llena de su presencia y de su paz. Y recordemos siempre esta promesa: el hombre que teme a Jehová será bendecido todos los días de su vida y verá la mano de Dios obrando de generación en generación.