Hay un final dichoso para el hombre de paz

Los transgresores tendrán un final trágico por sus acciones, mas para el hombre de paz habrá un final dichoso. Esta afirmación, inspirada en el corazón del Salmista David, nos recuerda que en esta vida todo acto tiene una consecuencia, y que nadie podrá escapar del justo juicio de Dios. Mientras los impíos cosechan destrucción como fruto de sus malas obras, los justos tienen asegurada una esperanza gloriosa, porque su confianza está en el Señor. Esta es una verdad que debemos tener siempre presente: aunque en ocasiones parezca que el mal prevalece, el final siempre será de victoria para aquellos que caminan en obediencia a Dios.

El Salmista David entendía que para el hombre malo llegaría su momento. Él había sido perseguido, acusado injustamente y enfrentado a enemigos poderosos, pero en medio de todo mantenía firme su fe en las promesas del Señor. Sabía que cada transgresor tendría su recompensa, que nadie escaparía de la justicia divina. De la misma forma, los justos también tendrán una recompensa justa y eterna, porque Dios no olvida a quienes caminan rectamente delante de Él.

Considera al íntegro, y mira al justo;
Porque hay un final dichoso para el hombre de paz.

Salmos 37:37

Este versículo nos invita a observar la vida del íntegro, del justo, porque en ellos podemos ver un ejemplo de fidelidad y confianza en Dios. El hombre íntegro practica la justicia, busca siempre hacer lo correcto y mantiene una vida de coherencia entre lo que cree y lo que hace. No vive en doblez, sino en rectitud. El hombre justo se caracteriza por su fidelidad, primero a Dios, y luego también hacia los demás. Por eso, el Salmo declara que hay un final dichoso para él, porque la paz que lo acompaña en vida será la misma que lo coronará en la eternidad.

En contraste, la Palabra de Dios también advierte sobre el destino de los transgresores:

Mas los transgresores serán todos a una destruidos;
La posteridad de los impíos será extinguida.

Salmos 37:38

Aquí se nos recuerda que los que hacen lo malo no prosperarán para siempre. Puede que por un tiempo parezca que tienen éxito, que acumulan riquezas o que su influencia crece, pero llegará el momento en que Dios pondrá fin a sus planes. El Señor los apartará del camino del justo, y todo aquello en lo que confiaban se desvanecerá. Sus bienes no podrán salvarlos, su poder será quebrado y su descendencia quedará sin herencia. Así es el fin de quienes deciden rebelarse contra Dios y caminar en injusticia: su historia termina en ruina.

Por el contrario, el justo tiene una seguridad que no depende de las circunstancias externas, porque su esperanza está puesta en el Señor:

Pero la salvación de los justos es de Jehová,
Y él es su fortaleza en el tiempo de la angustia.

Salmos 37:39

El rey David sabía bien de lo que hablaba, pues experimentó en carne propia la protección y la fortaleza de Dios en medio de la angustia. A lo largo de su vida, enfrentó enemigos, traiciones y batallas que parecían imposibles de ganar, pero en todo momento reconoció que su salvación provenía únicamente de Jehová. Esa misma certeza debe estar en nosotros: nuestra salvación no depende de nuestras obras, ni de nuestras fuerzas, sino del Señor. Y cuando atravesamos momentos de angustia, Él mismo se convierte en nuestro refugio y en nuestra fortaleza.

El mensaje de este salmo es claro: los caminos de los transgresores conducen a la destrucción, mientras que los pasos del justo lo llevan a un final de paz y salvación. Por eso, debemos procurar vivir en integridad, no dejarnos seducir por la aparente prosperidad de los impíos, ni desanimarnos por las dificultades que enfrentamos. El justo no está exento de pruebas, pero en medio de ellas cuenta con la fortaleza de Dios.

Amados, aprendamos a confiar plenamente en el Señor. Practiquemos la justicia, busquemos la paz y vivamos con integridad. Aunque en este mundo enfrentemos oposición, aunque los impíos parezcan triunfar, recordemos que hay un final glorioso para los que confían en Dios. La salvación es de Jehová, y en sus manos está nuestro destino. Que estas palabras del Salmista David nos alienten a seguir firmes, sabiendo que el hombre de paz siempre tendrá un final dichoso en la presencia del Señor.

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