Cada día debemos confiar en el Señor, porque Él es nuestro ayudador, la roca fuerte, el que nos sostiene con sus manos poderosas. La vida cristiana no está exenta de problemas ni de momentos de angustia, pero en medio de todo lo que podamos enfrentar, tenemos una seguridad: Dios está con nosotros y jamás nos abandona. Por eso es bueno que confiemos en el Dios todopoderoso, porque en Él encontramos paz, dirección y fortaleza.
Ten misericordia de mí, oh Dios, porque me devoraría el hombre;
Me oprime combatiéndome cada día.
Salmo 56:1
Había momentos en los que el salmista David pasaba por dificultades, pero a pesar de ello, siempre levantaba su voz al Señor, pidiendo su misericordia y protección. David conocía lo que era tener enemigos que lo acosaban constantemente, sabía lo que era sentirse en peligro, pero también sabía que Dios estaba a su lado para librarlo. Su confianza no estaba en sus propias fuerzas ni en sus habilidades como guerrero, sino en el Dios todopoderoso que lo sostenía en cada batalla.
Este testimonio de David nos muestra que no importa cuán grandes sean los enemigos o las pruebas que enfrentemos, siempre podemos acudir al Señor. Dios no abandona a los que le buscan de corazón, sino que se acerca a los quebrantados y les da nuevas fuerzas. Así como David clamaba, nosotros también podemos clamar y tener la seguridad de que el Señor nos escucha y viene en nuestro socorro.
Todo el día mis enemigos me pisotean;
Porque muchos son los que pelean contra mí con soberbia.
Salmo 56:2
David reconoce que eran muchos los que lo perseguían, hombres llenos de soberbia que querían su caída. Sin embargo, en medio de esa multitud de enemigos, él seguía adorando al Señor. La verdadera confianza se demuestra cuando, en lugar de enfocarnos en el problema, levantamos nuestras manos y adoramos al Dios que tiene todo bajo control. David entendía que su refugio no estaba en los hombres, sino en el Señor que gobierna sobre todo.
Hoy en día también enfrentamos enemigos, no necesariamente personas, sino pruebas, temores, enfermedades, crisis y dificultades que quieren robarnos la paz. Pero la enseñanza de este salmo es clara: no importa cuán grande sea la angustia, no debemos dejar de adorar a Dios. La adoración es el lenguaje de los que confían, y cuando adoramos en medio de las pruebas, nuestra fe se fortalece.
En el día que temo,
Yo en ti confío.
Salmo 56:3
Este versículo es una de las declaraciones de fe más hermosas en toda la Biblia. David reconoce que había días en los que sentía temor, pero inmediatamente declara que en esos días él confiaba en Dios. Todos tenemos momentos de miedo, de incertidumbre y de debilidad, pero lo importante es dónde colocamos nuestra confianza. El temor puede paralizarnos, pero la fe en Dios nos impulsa hacia adelante.
Confiar en Dios no significa que nunca sentiremos miedo, significa que aun cuando temamos, no dejaremos que ese miedo nos gobierne, sino que decidiremos creer en el poder y la fidelidad del Señor. Esa es la diferencia entre los que confían en sus propias fuerzas y los que confían en el Dios todopoderoso.
Queridos hermanos, la invitación es a confiar en Dios en todo momento, a depositar nuestras cargas en Él y a descansar en sus promesas. Así como David fue librado en medio de sus batallas, nosotros también veremos la mano de Dios obrando en nuestras vidas. No dejemos que el temor nos aparte del Señor, más bien acerquémonos con un corazón confiado, sabiendo que Él nunca falla.
Que cada día podamos repetir estas palabras: “En el día que temo, yo en ti confío”, y que nuestra vida sea un testimonio de fe y de esperanza en el Dios que sostiene todas las cosas. Él es nuestra roca firme, nuestro refugio seguro y nuestro ayudador eterno.