El que hace lo bueno es de Dios

Sabemos que en este mundo existen dos clases de personas, una es la que hace el bien, y otra es la que hace el mal. Podemos ver que la maldad en los hombres va aumentando y esto es debido a que no están sumergidos en la justicia de Dios. Por un lado, hay quienes han entregado sus vidas a Cristo y han decidido vivir conforme a sus mandamientos, procurando agradar a Dios en todo lo que hacen; por otro lado, están los que han rechazado la luz de Cristo y han preferido las tinieblas, entregándose a las obras del mal. Esta dualidad ha existido desde el inicio de la humanidad, cuando Caín mató a su hermano Abel, mostrando que un corazón alejado de Dios puede ser capaz de grandes injusticias.

Amado, no imites lo malo,
sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios;
pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios.
3 Juan 1:11

El apóstol Juan nos recuerda con estas palabras que el bien no es simplemente una conducta socialmente aceptada, sino una manifestación de la presencia de Dios en la vida de una persona. Quien hace lo bueno da testimonio de que conoce al Señor y ha nacido de nuevo. En cambio, el que hace lo malo demuestra que no ha tenido un encuentro real con Dios, porque si lo hubiese tenido, su vida estaría transformada por el amor de Cristo.

La Palabra de Dios también nos advierte que por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriaría. Esto significa que cuando la injusticia y la corrupción crecen en el mundo, muchos corazones comienzan a perder la sensibilidad espiritual. Sin amor no se puede practicar el bien, y sin la presencia de Cristo en el corazón, lo malo se convierte en una forma de vida. Por eso es tan importante cultivar cada día la comunión con Dios, para que su amor permanezca en nosotros y nos impulse a obrar rectamente.

Juan exhorta a no practicar lo malo, porque todo lo que es malo proviene del maligno. Satanás siempre ha buscado desviar al ser humano, llevándolo a la mentira, la injusticia, la codicia y toda clase de pecados. Un hombre apartado de la presencia del Señor puede cometer cualquier tipo de atrocidad, ya que no tiene una brújula moral firme y está siendo guiado por el príncipe de este mundo. Sin embargo, cuando alguien se rinde a Cristo, la obra del Espíritu Santo comienza a transformar su mente, sus deseos y sus acciones.

Todos dan testimonio de Demetrio,
y aun la verdad misma;
y también nosotros damos testimonio,
y vosotros sabéis que nuestro testimonio es verdadero.
3 Juan 1:12

En contraste con quienes practican lo malo, Juan nos presenta el ejemplo de Demetrio. Este hombre fue reconocido por sus buenas obras y por el testimonio verdadero que llevaba consigo. No hacía el bien para que lo vieran los hombres, sino porque su vida estaba alineada con la voluntad de Dios. Cuando alguien vive en integridad y amor, no necesita defenderse con palabras, porque sus hechos hablan más fuerte que cualquier argumento. Así como Demetrio, cada creyente debe procurar dejar un legado de testimonio que glorifique a Dios.

Cuando hacemos buenas obras, nuestro propio espíritu testifica a favor nuestro. El apóstol Pablo dijo que el Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y ese testimonio se refleja en la manera en que tratamos a los demás. Dios se agrada de aquellos que practican la justicia, la misericordia y la verdad. Recordemos que Dios es amor, y todo el que ama ha conocido a Dios. Amar no es un simple sentimiento, es una decisión diaria que se refleja en actos de bondad, en perdón y en servicio a los demás.

La invitación de Juan es clara: no imites lo malo, sino lo bueno. En un mundo donde la maldad parece multiplicarse, los hijos de Dios están llamados a ser luz y ejemplo, a mostrar con su vida que Cristo sigue transformando corazones. Así como Demetrio fue recordado por su buen testimonio, también nosotros podemos ser instrumentos de bendición si permanecemos en la verdad del Evangelio. Que el amor de Cristo en nosotros sea la evidencia de que hemos conocido a Dios y que nuestra vida sirva como una carta abierta que glorifique al Señor en todo tiempo.

Misericordioso es el Señor tu Dios
Jesús venció al mundo