Vivir una vida santa es difícil, no podemos creernos la falsa historia de que es fácil, pues en muchas citas de la Biblia Jesús nos ha advertido de cuán complicado sería para nosotros como cristianos vivir en un mundo lleno de impiedad. Él mismo aseguró que el camino sería angosto y que pocos lo hallarían. Por eso, cuando decidimos seguir a Cristo, debemos tener presente que no es un camino de comodidades, sino de sacrificios, luchas y renuncias. Jesús, que hablaba de esto, no lo hacía como alguien sin experiencia, sino como quien ya había sufrido en carne propia el desprecio de los hombres, la oposición de los religiosos y, finalmente, la muerte de cruz. Sin embargo, en medio de todo ese dolor, tenemos una esperanza gloriosa: Cristo venció al mundo.
La Biblia dice:
32 He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo.
33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
Juan 16:32-33
Jesús más que nadie conoce el dolor humano. Fue tentado, fue rechazado, fue humillado y padeció hasta la muerte. Por eso, cuando nos habla de aflicciones, lo hace con autoridad, sabiendo lo que significa. Pero también nos muestra que la aflicción no tiene la última palabra. El mismo que soportó el dolor de la cruz, hoy está sentado a la diestra del Padre como vencedor. Y su victoria es nuestra garantía de que, con su ayuda, también podemos vencer al mundo.
Cada día, los cristianos nos enfrentamos a pruebas: tentaciones, burlas, injusticias, persecuciones y luchas internas. Pero en medio de todas ellas, la voz de Jesús sigue resonando: “Confiad, yo he vencido al mundo”. Esa confianza no se basa en nuestras fuerzas, sino en la obra consumada de Cristo en la cruz y en la tumba vacía que testifica su victoria sobre el pecado, la muerte y Satanás.
Amados hermanos, que estas palabras nos llenen de esperanza. No importa lo que estemos atravesando, podemos confiar en que Cristo ya ganó la batalla. Nuestra tarea es permanecer firmes, aferrados a su Palabra y fortalecidos en su Espíritu. Que la paz de Dios inunde nuestros corazones y nos sostenga para resistir las pruebas. Que su victoria nos inspire a seguir caminando, sabiendo que un día también nosotros participaremos de la gloria eterna que Él nos ha prometido. ¡Dios nos proteja y nos dé fuerzas para vencer al mundo junto a Cristo!