Dios es clemente y misericordioso

Debemos tener en cuenta que la misericordia del Señor nos ha alcanzado todo el tiempo, desde la creación hasta ahora. Desde el mismo momento en que el hombre pecó en el Edén, Dios mostró su misericordia al no destruirnos inmediatamente, sino al proveer una promesa de redención. A lo largo de la historia bíblica, vemos cómo la paciencia de Dios se extiende hacia un pueblo rebelde, y cómo, aun cuando Israel se apartaba, el Señor levantaba jueces, profetas y reyes que llamaban al arrepentimiento. Esa misericordia es la que hoy también sostiene nuestras vidas, porque si no fuera por ella, ninguno de nosotros podría estar de pie delante de Dios.

No seáis como vuestros padres y como vuestros hermanos,

que se rebelaron contra Jehová el Dios de sus padres,

y él los entregó a desolación, como vosotros veis.

2 Crónicas 30:7

El pasaje de Crónicas nos recuerda las consecuencias de la rebelión. Cuando el pueblo se apartó del Señor, experimentó desolación, pérdida y juicio. No obstante, en medio de esa corrección, la misericordia de Dios seguía presente, llamándolos al arrepentimiento. Esto nos enseña que la disciplina de Dios no es para destruirnos, sino para que volvamos a Él. Dios Todopoderoso tiene misericordia con los que son misericordiosos. El Señor los cuida y les guarda en todos sus caminos, por eso es bueno que le seamos fieles a Dios en todas las cosas y que también guardemos sus mandamientos.

Pero todos aquellos que buscan sus propios placeres y que andan haciendo todo lo que les indica su corazón, unos se han rebelado contra Dios, y por esto Dios los ha entregado a desolación. La vida lejos de la presencia de Dios conduce inevitablemente a la ruina, porque el hombre no puede sostenerse a sí mismo sin la gracia divina. Muchos hoy en día creen que vivir según sus propios deseos traerá satisfacción, pero al final descubren que la desobediencia produce vacío, tristeza y esclavitud.

No endurezcáis, pues,

ahora vuestra cerviz como vuestros padres;

someteos a Jehová, y venid a su santuario,

el cual él ha santificado para siempre;

y servid a Jehová vuestro Dios,

y el ardor de su ira se apartará de vosotros.

2 Crónicas 30:8

Este llamado nos invita a no endurecer el corazón. Endurecer la cerviz es resistirse a la voz de Dios, cerrar los oídos al consejo divino y persistir en la rebeldía. Pero Dios, en su infinita misericordia, sigue llamando: “Someteos a Jehová, y venid a su santuario”. La obediencia y la humillación delante de Dios son la clave para experimentar su perdón y apartar de nosotros la ira que merecemos. Pero recordemos algo: Dios siempre está atento a que nosotros nos humillemos delante de Él, no nos olvidemos que Él es siempre misericordioso y que se mantiene fiel, aunque nosotros le fallemos.

Es bueno que nos santifiquemos y glorifiquemos a Dios en todo tiempo, que seamos obedientes y nos sacrifiquemos para bendecir al Dios todopoderoso. La santificación no es una opción, sino una consecuencia natural de la misericordia recibida. Cuando entendemos cuánto nos ha perdonado Dios, respondemos con gratitud, buscando agradarle en todo. La misericordia no es una licencia para pecar, sino una oportunidad para vivir en santidad.

Porque si os volviereis a Jehová,

vuestros hermanos y vuestros hijos hallarán misericordia delante de los que los tienen cautivos,

y volverán a esta tierra; porque Jehová vuestro Dios es clemente y misericordioso,

y no apartará de vosotros su rostro, si vosotros os volviereis a él.

2 Crónicas 30:9

Este pasaje es un recordatorio poderoso: el arrepentimiento no solo trae bendición personal, sino también familiar y generacional. Cuando un pueblo se vuelve a Dios, la misericordia alcanza a hijos, hermanos y descendientes. Dios es clemente y no apartará su rostro de quienes sinceramente se arrepientan. ¿Qué pasará con todos los que se apartan del mal? Dios tendrá misericordia de ellos y su rostro no se apartará jamás, y todo el tiempo que estemos en problemas Dios vendrá en nuestro socorro, para ayudarnos y librarnos de nuestros adversarios.

En conclusión, la misericordia de Dios es una realidad constante en la historia de la humanidad y en nuestras vidas. Aunque muchas veces nos desviamos, el Señor siempre extiende su mano para levantarnos. Que nunca olvidemos que su misericordia es nueva cada mañana y que mientras tengamos aliento de vida podemos volvernos a Él. No endurezcamos nuestros corazones, sino respondamos a su llamado con obediencia, gratitud y santidad, porque grande es su misericordia y eterna es su fidelidad.

Bienaventurado el que anda en la ley de Jehová
La venida del Señor